Primera versión en Rebelión el 29 de junio de 2010
En artículos en Rebelión he reseñado recientemente las novelas de Vasili Grossman. Se trata de un autor clave de la literatura soviética y con una trayectoria compleja que arranca con sus primeros relatos cortos publicados en los años 30, sigue con las crónicas elaboradas durante la II Guerra Mundial, en la que fue uno de los corresponsales más considerados y leídos, y culmina con sus últimas novelas, críticas con el estalinismo y que no pudieron ser editadas en la URSS. Galaxia-Gutemberg acaba de poner en las librerías precisamente una recopilación de sus trabajos escritos desde el frente, con el título Años de guerra y recogiendo una vieja traducción publicada por Ediciones en lenguas extranjeras de Moscú en 1946. Es un libro de enorme interés que contiene una crónica detallada de la lucha en la Gran Guerra Patria, con textos que abarcan desde la resistencia desesperada ante la acometida de la operación Barbarroja en 1941 hasta la gran ofensiva que lleva al Ejército Rojo a internarse en territorio alemán en 1945.
El libro arranca con El pueblo es inmortal, una novela que obtuvo el premio Stalin y publicada por entregas en el verano de 1942, pero que describe acontecimientos de 1941. Se trata de un vibrante relato de guerra que nos muestra Ucrania ardiendo y al Ejército Rojo en retirada. No obstante, cuando el batallón al mando del comisario Bogariov queda cercado, éste resiste la tentación del derrotismo y sabe organizar sus fuerzas con rigor y disciplina. Así consigue colaborar eficazmente desde la retaguardia alemana con una ofensiva planificada de forma magistral que logra romper el frente. Se nos presenta el momento de la esperanza después del derrumbe, cuando todo el dolor de la tierra mancillada estalla en un grito de coraje perfectamente expresado por el título de la obra.
El primer texto recogido de 1942 es una novela corta, El viejo profesor, que nos describe la vida en Ucrania bajo la ocupación alemana. Son episodios de rapiña y explotación, con jóvenes deportados al oeste para trabajar en las fábricas, y mutilados y viudas que conviven con los colaboracionistas. Al final del relato, los judíos son convocados para un viaje que resulta ser el asesinato masivo de hombres, mujeres y niños. Es una inmersión estremecedora en el corazón del horror que preludia algunas páginas de Vida y destino, la gran novela de Grossman.
Se presentan a continuación las crónicas escritas desde el frente para el periódico Estrella roja, boletín oficial del ejército soviético, relatos breves con experiencias de combate y retratos de tipos de todas las Rusias hermanados en el fragor de la lucha. Entre estos textos, de aliento épico y con descripciones detalladas del armamento y las técnicas bélicas, son especialmente interesantes los que corresponden al asedio de Stalingrado, que nos dan una visión de primera mano de la lucha casa por casa y la peculiar combinación de todas las armas y estrategias que caracterizó aquella batalla crucial. Ésta supuso el paso de la defensa desesperada a la ofensiva gloriosa y se concluye que tal vez la clave de todo esté en la impotencia de la altísima tecnología de guerra alemana al enfrentarse a una tecnología también extraordinaria, pero arropada sobre todo por el heroísmo desesperado de una infantería dispuesta a todo para liberar su tierra. Hay semblanzas de los principales mandos soviéticos que intervinieron en la batalla.
El último texto de 1942 recogido es La vida, una novela corta que describe cómo un destacamento de soldados rojos cercado en la estepa del Donetsk busca refugio en una mina abandonada ante la arremetida imparable de los alemanes y se hace fuerte en ella doce días sin apenas provisiones. Los asaltantes vuelan el pozo, pero al final ocho de los veintisiete hombres consiguen escapar gracias a la ayuda de un viejo minero que decide unirse a ellos. Es un relato de heroísmo extremo y resistencia más allá de cualquier consideración lógica.
Las crónicas desde el frente correspondientes a 1943 reflejan sobre todo la alegría después del enorme esfuerzo que consiguió colocar al Ejército Rojo a la ofensiva. Son las impresiones felices de la llegada al Dniéper y la recuperación de Ucrania, pero se transmite también el espanto ante los crímenes nazis que se van descubriendo, la destrucción sistemática de pueblos y ciudades, el exterminio de gran parte de la población y la esclavitud de los supervivientes. Como no podía ser menos, hay un recuerdo emocionado para los guerrilleros que lucharon contra la retaguardia alemana.
Los fragmentos de 1944 comienzan con la descripción de la temprana ofensiva de ese año, sobre una tierra aún encharcada, que arremete contra las defensas establecidas por los alemanes en el curso bajo del Dniéper, cerca de Níkopol. Se invierten aquí los papeles y las mismas tropas que sufrieron el asedio en el Volga, se preparan ahora para asestar el golpe definitivo al VI ejército atrincherado en el Dniéper. El ataque concentrado en un sector favorable consigue romper el frente, y con una profundización rápida corta la retirada al enemigo, que es aniquilado. El éxito conseguido es aprovechado ágilmente a pesar de las dificultades de movimiento del ejército y el éxito es fulminante, alcanzándose las fronteras de la URSS. Estos textos contienen también un lamentable llamamiento al exterminio de todos los combatientes alemanes, que sería después considerado por el propio Grossman un grave error. Se nos presenta luego la ofensiva en el norte para reconquistar Bielorrusia. Aquí otra penetración profunda en un sector escogido, seguida de un brusco giro hacia el sur, permite cerrar la bolsa de Bobrúisk a la orilla del mismo Bereziná que tan desastroso resultó también para la Grand Armée napoleónica en 1812. Los alemanes perdieron en esta acción 70000 combatientes entre muertos y prisioneros.
Otro texto de 1944 recogido es El infierno de Treblinka, en el que conocemos los dos campos de este nombre, situados a 60 km largos de Varsovia, el nº 1, un campo de trabajo como muchos otros, y el nº 2, un campo de exterminio al que durante 13 meses llegaron trenes desde los cuatro puntos con víctimas para las cámaras de gas. Grossman ofrece los primeros datos y testimonios sobre las infames rutinas en las que en la actualidad se calcula que unas 850000 personas fueron asesinadas, principalmente judíos, pero también gitanos y polacos. Se descubre también cómo después de la derrota de Stalingrado, Heinrich Himmler vuela a Treblinka para ordenar personalmente que todos los cadáveres sean incinerados. Es emocionante el relato de la exitosa rebelión organizada en agosto de 1943 que hizo que el campo que dejara de funcionar trece meses antes de su liberación por el Ejército Rojo. En otro texto de este año, La fuerza creadora de la victoria, se discuten los problemas estratégicos y de coordinación de fuerzas enfrentados por los soviéticos en su acometida.
Los artículos de 1945 describen la Polonia recién liberada, con Varsovia como un mar de escombros y ruinas al que los supervivientes regresan lentamente. Es el avance imparable contando cada día los kilómetros que quedan para Berlín, mientras se dan a conocer las condiciones de esclavitud a las que los nazis habían sometido a la población polaca. La travesía del Oder supone la entrada en territorio alemán y superar el último obstáculo fluvial importante. Es el momento en que Grossman escribe: “Sentí el deseo de gritar y de llamar a nuestros hermanos combatientes que yacen en las tierras rusas, ucranianas, bielorrusas, polacas, a los combatientes que duermen el sueño eterno sepultados en los campos de batalla: -¡camaradas! ¿Nos oís? ¡Hemos llegado!”
Termina describiendo la atmósfera de adoctrinamiento que se vivía en Alemania y la esclavitud de los trabajadores secuestrados en Europa oriental. Son las horas de la capitulación, con los ciudadanos alemanes llevando brazaletes blancos, y también las de la peregrina cantinela: nadie sabía nada de nada, todos fueros obligados a colaborar con el régimen nazi.
Estamos, en resumen, ante un conjunto de textos de gran interés, construido con datos, testimonios y emociones de primera mano, que recogen la epopeya del pueblo ruso desde la amargura de las derrotas iniciales, hasta la gesta épica de Stalingrado y la larga ofensiva que permitió la liberación de gran parte de Europa del yugo nazi. Años de guerra nos ofrece, por otra parte, una oportunidad para conocer al Grossman más identificado con el poder soviético, un corresponsal de guerra plenamente imbuido del valor que sus escritos podían tener como armas a sumar en la lucha desesperada por la liberación de la patria invadida.