Primera versión en Rebelión el 3 de julio de 2015
La editorial La linterna sorda echa a andar su colección “Lo que no debe decirse”, dedicada a las figuras pioneras del periodismo comprometido en España, rescatando del olvido a dos autores emblemáticos en este sentido: Luis Bonafoux y José Nakens. Este último nació en Sevilla en 1841 y su apellido guiri hay que achacárselo a un abuelo flamenco, hábil artífice venido a España en tiempos de Carlos III. Establecido en Madrid en 1867, Nakens dirigió el semanario satírico, republicano y anticlerical El Motín, censurado y perseguido, pero que en su mejor momento llegó a tirar veinte mil ejemplares. Este maestro y referente del periodismo crítico, editó además, en La Biblioteca de El Motín, a autores como Alejandro Sawa, Luis Bonafoux o Rosario de Acuña. Puntos negros apareció en ella en 1890 y agrupa artículos de 1884 y 1885 con otros posteriores. La reedición de La linterna sorda incorpora algunos aún más tardíos así como sendas secciones introductorias de Alfredo Grimaldos, y Ana Muiña y Agustín Villalba.
En un texto autobiográfico recogido en el libro, José Nakens nos habla de su paso entre 1858 y 1871 por el cuerpo de carabineros, donde alcanza el empleo de cabo, y de sus coqueteos después con el arte dramático y colaboraciones en la prensa satírica y librepensadora (El Jeremías, República Ibérica), hasta que se lanza a fundar cabeceras que tienen breve vida (El Resumen, Fierabrás). Con el advenimiento de la República, produce anónimamente para el teatro, y publica más tarde en El Globo virulentos escritos reunidos en volúmenes como La Piqueta, Lo que no debe decirse y Garrotazo limpio. Pasa luego a El Buñuelo y el 10 de abril de 1881 sale por fin a la luz el primer número de El Motín. Respecto a su estilo, que identifica con el de su periódico, lo define por una mezcla de convicción, carácter, historia limpia y desinterés, sin subordinar nunca la razón a la conveniencia ni transigir con los errores triunfantes.
Anticlerical y republicano. Estos son los dos ejes sobre los que gira el trabajo de Nakens. Denuncia contundente de la hipocresía del clero, de su avaricia y lujuria, pero también de su perniciosa influencia atizando la llama de otra guerra civil, mientras estaba vivo aún el recuerdo de las brutalidades de los carlistas en las últimas. Propone, para evitar desmanes, que sea financiado por los municipios, como se proyectaba hacer en Francia por entonces. Critica además los atropellos del jesuitismo y su codicia y doblez, así como la fe supersticiosa de un pueblo que combate las plagas de langosta con agua bendita. Una república laica, ilustrada y liberal es para él la única forma de gobierno compatible con la democracia, y celebra pronunciamientos como el de Villacampa en 1886. No obstante, ve el peligro de un cambio cosmético en la jefatura del estado que deje de lado los problemas esenciales del país y permita a la casta política de la Restauración y sus poderes económicos seguir robando impunemente.
Arremete contra la corrupción de las costumbres y el enfangamiento de la vida pública, y con tino señala la responsabilidad de los que deberían botar a los mangantes que gobiernan y sin embargo los votan. Otros artículos se dedican a los consumos, impuestos que gravaban productos de primera necesidad y eran el verdugo de las clases más pobres. La revolución es a su entender el único camino posible, y en los atropellos de los que mandan ve causa y razón para un enfrentamiento inevitable. Hay retratos también y juicios de personajes de la época. Prim, padre de la revolución de Septiembre es recordado con añoranza al ver su herencia dilapidada, y se insiste en contrastar las esperanzas generadas por la Gloriosa y el infame panorama de la Restauración. En un artículo de octubre de 1901 critica la inconsecuencia de Federico Urales, que por aquellas fechas incitaba a los obreros a la revuelta para dejarlos luego, según él, solos en su lucha.
Rechina a veces en el discurso de Nakens su patriotismo español o sus loas extremadas al ejército, pero también resplandece la lógica del que exige los derechos de los más, pisoteados por los menos. Sus armas favoritas son humor e ironía en grandes dosis, que arruinan con razonamientos bien trabados las patrañas de curas y potentados. Así sale a la luz todo lo podrido que encanalla la vida del país para regocijo del lector. Este no puede dejar de apreciar la valentía del que se enfrenta al poder y cuenta las incómodas verdades del emperador desnudo. Por puro humanitarismo, Nakens prestó auxilio a Mateo Morral en su huida tras el atentado de mayo de 1906 y fue encausado por ello, permaneciendo en la cárcel hasta mayo de 1908. En noviembre de 1926 falleció en Madrid tras mantener erguida la antorcha de El Motín casi hasta sus últimos días.
La linterna sorda nos ofrece una hermosa edición, anotada y enriquecida con páginas originales e ilustraciones de El Motín, cuidada con esmero y a un precio muy razonable, homenaje merecido a quien fue emblema del periodismo más comprometido, paladín de la justicia y el pensamiento libre y azote de sus enemigos: “El efecto del hijo aquel que había matado a su padre y a su madre y luego pedía limosna para un pobrecito huérfano, es el que me producen los restauradores (de la monarquía) cuando piden que se ponga coto a la inmoralidad reinante.”