Primera versión en Rebelión el 2 de marzo de 2021
Puerta a ningún sitio comienza a gestarse cuando Isabel Pellejero, restauradora de materiales arqueológicos y paleontológicos, tiene noticia del fusilamiento en 1939 de Cristina Fernández Perera, la mujer que ejercía de portera en el edificio de la capital catalana en el que ella ahora reside (C/ Tamarit, 77). Ella vislumbra tras este suceso una historia que merece ser rescatada y junto al coautor de la obra, su amigo Eduard Masulén, miniaturista, se propone reunir información sobre ella. El libro, recién editado por Filferro, es una crónica de sus pesquisas y averiguaciones durante el año pandémico de 1920.
Un capítulo inicial nos acerca a la historia del barrio de Barcelona donde se produjeron los hechos narrados, muy cerca del mercado de Sant Antoni, en el Ensanche. Este edificio, emblemático de la “arquitectura metálica”, fue inaugurado en 1882 y ocupa el lugar de una puerta homónima, la principal en las murallas de la ciudad, junto a la cual solían realizarse ejecuciones. No es de extrañar, al hilo de esto, que hasta hoy sean estos parajes prolíficos en leyendas y fantasmas.
El proceso toma buen rumbo cuando Isabel y Eduard logran acceder a los archivo del Tribunal Militar Tercero de Barcelona y del hospital de la Santa Creu i Sant Pau, y comienzan a fotografiar documentos de interés, pero por esas fechas en el país se decreta el confinamiento pandémico, lo que no va a aportar precisamente facilidades.
En un diario Isabel va relatando sus experiencias cotidianas, al tiempo que desgrana el progreso de la investigación. A través de estas páginas vemos cómo el pasado toma forma y los retratos de Cristina, su esposo, Baltasar Paz Fernández, y el hijo de ambos, José, un quinceañero por entonces, comienzan a perfilarse. Sabemos así que después del fracaso del golpe militar en Barcelona, Baltasar se incorporó a la columna Tierra y Libertad, y en septiembre de 1936 viajó con ella a Castilla la Nueva, donde participó en combates en Talavera y Bargas. Tras perder un ojo y ser declarado inútil, regresó a Cataluña en diciembre.
Tras su entrada en Barcelona, los franquistas realizaron un peinado casa por casa en el que los porteros de los edificios, legalmente obligados a vigilar e identificar a los elementos quintacolumnistas, fueron objetivo destacado de la represión. De resultas de esto, Cristina y Baltasar fueron detenidos y encarcelados.
El libro recoge las actas de las acusaciones, testimonios y sesiones del proceso. Era de aquella la palabra de un “elemento de orden” evidencia indiscutible, y fue así como la farsa judicial culminó con peticiones de veinte años de reclusión para Baltasar y pena capital para su mujer. Son éstos, dos casos emblemáticos de una época en que los defensores de la legalidad vigente enfrentaban insólitos cargos de “rebelión militar” y durísimas condenas. La seca prosa castrense nos da los detalles del fusilamiento de Cristina en el Campo de la Bota el 13 de mayo de 1939 junto a otras quince personas.
El rastro de Baltasar se prolonga a partir de ese momento en establecimientos penitenciarios por la piel de toro hasta su puesta en libertad en 1946, cuando desaparece para siempre. El hijo de ambos, José, que partió al frente con diecisiete años, pudo ser identificado en listas de recluidos en campos de concentración y batallones disciplinarios, hasta que se tiene noticia de que en 1941 fue a Rusia con la División Azul. En 1957 seguía militarizado, pero pronto se pierde también su pista.
Varios documentos presentados en las últimas páginas del libro arrojan luz sobre el ensañamiento con Cristina, difícil de explicar incluso en aquel contexto. Cuando cae la careta del oscuro personaje detrás de las acusaciones, descubrimos cuál era su interés en la eliminación física de esta mujer, y el retrato de ella que nos queda es el de una persona estimada por los inquilinos del inmueble, que hicieron lo que estuvo en su mano por salvarla. Al final sin embargo, la inquina de un canalla y el furor represivo de un régimen criminal pudieron más que la buena voluntad de los que la apreciaban.
Puerta a ningún sitio es el diario de una labor minuciosa para rescatar del olvido al que estaban condenados a unos Nadies de aquellos de los que nos hablaba Galeano. Isabel Pellejero y Eduard Masulén, investigadores por vocación y compromiso humanista, nos demuestran con esta obra, derrochando rigor y entusiasmo, que esclarecer la historia es misión que a todos nos compete.