Primera versión en Rebelión el 13 de julio de 2022
Cuando en una sociedad se producen cambios importantes, un instrumento óptimo para auscultarlos es la literatura de ese tiempo, y un buen ejemplo lo tenemos en la crisis del siglo XIV en Europa. En esta época las relaciones feudales empiezan a verse alteradas por la emergencia de una clase social que acumula riqueza a través de operaciones comerciales, al tiempo que crecen ciudades, lugar de asiento de la nueva economía.
Entre las causas de esta transformación se ha citado la crisis climática que ocasiona una gran hambruna a comienzos del siglo, y también las guerras, como la de los cien años (1337-1453) o la que enfrenta en Castilla (1351-1369) a partidarios de Pedro I y Enrique II. La peste negra (1346-1353), que asuela toda Europa, fue otro factor destacable. El resultado de estas convulsiones es un colapso demográfico que va a trastocar los vínculos entre señores y siervos, provocando la irrupción de nuevas actividades y un auge de la economía dineraria.
En el caso concreto de Castilla, su literatura permite observar el feudalismo en su apogeo en el Cantar de Mío Cid, compuesto en torno a 1200. Este poema refleja tensiones típicas de la época en sus críticas de la nobleza tradicional ociosa y un mal rey, al tiempo que exalta la movilidad social a través del ascenso épico del protagonista a una aristocracia de la sangre, opuesta a la de la cuna. En el siglo XIII, el mester de clerecía incluye autores como Gonzalo de Berceo, cuyas obras se esfuerzan en la defensa de la fe y la preservación del orden social, sin olvidar los intereses del monasterio benedictino en el que el poeta era sacerdote.
Por las razones que se apuntaban antes, el siglo XIV va a dejarnos textos en los que se transparenta una inestabilidad más marcada. El Libro de buen amor de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, es un buen ejemplo de ello, con sus invectivas contra el valor absoluto del dinero: “En suma te lo digo, tómalo tú mejor,/ el dinero del mundo es grand revolvedor:/ señor fase del siervo, de señor servidor,/ toda cosa del siglo se fase por su amor.” La misma queja hallamos en otros clásicos de este tiempo, como los Proverbios morales del rabino Sem Tob de Carrión o el Rimado de palacio de Pedro López de Ayala.
En el siglo XIV el realismo crítico aparece en obras como el Poema de Alfonso Onceno, exaltación de un monarca presentado como protector de los campesinos explotados por sus señores, y sobre todo en el Libro de miseria de omne (LMO), en el que me detendré más extensamente, cuya postura hacia los hechos sociales Dámaso Alonso no duda en calificar de revolucionaria. En la anónima danza de la muerte compuesta en castellano a comienzos de la centuria siguiente, la denuncia de la injusticia es muy virulenta, pero el ajuste “revolucionario” queda postergado para el otro mundo.
Las contradicciones de un mundo en crisis
El LMO es un largo poema del mester de clerecía, escrito probablemente a principios del siglo XIV y que ofrece una versión libre, con numerosos añadidos y omisiones, de un texto latino muy difundido en la Edad Media, el De miseria humanae conditionis. Este último fue compuesto en 1195 por el cardenal Lotario di Segni, que llegaría poco después a papa como Inocencio III. El anónimo autor del LMO fue un monje instruido, aragonés seguramente (por su vocabulario), buen latinista e impregnado de la vida de su tiempo, que se propuso elaborar una homilía para moralizar a sus lectores en la caridad, la humildad y la penitencia. Este objetivo lo llevó a aportar un retrato de la sociedad que presenta un enorme interés.
Desarrollada en 502 tetrástrofos monorrimos con versos de dieciséis sílabas (8 + 8) dominantes y frecuentes variaciones (7+ 9, 7 + 8, etc.), toda la obra destila un recio pesimismo. Comienza con lamentaciones por la flaca naturaleza del hombre y las limitaciones de su conocimiento, y pasa a reprobar luego el afán que mueve a muchos en pos del vil dinero: “Pero quiérovos desir, e non vos lo olvidedes:/ quanto avedes ganado e quanto que ganaredes/ non es ál sinon lazeria, si vós ·bien lo entendedes/ creedlo a Salamón si a mí non lo creedes.”
Los versos más ácidamente críticos están justo después, en una sección además que es obra del anónimo autor, pues no se encuentra en el texto latino. Se describe la miserable vida de los pobres, su raída indumentaria y el hambre y frío que los quebrantan, despreciados por todos, y se concluye que tal estado ha de conducirles a rebelarse contra la justicia divina: “Quando se vee en coita e müy mala sazón,/ contúrbasele el seso, así faze el corazón;/ tórnase contra Dios e dize atal taión:/ que non parte bien las cosas quantas en el mundo son.”
A nuestro monje no se le escapa la relación entre la indigencia de unos y la opulencia de otros. En el sabroso fragmento que sigue, nos narra la visita de un señor, que anda de caza, a la casa de un siervo suyo. Éste, tras besarle la mano, ha de ofrecerle su comida, sacar sus animales del establo para alojar el caballo del amo, e irse él mismo con su familia a la vivienda de un vecino. Así se dictamina: “Onde dize grand verdad el rey sabio Salamón: ‘El siervo con su señor no andan bien acompañón,/ nin el pobre con el rico non partirán bien quiñón/ nin será bien segurada oveja con el león’”
El resto de la obra trata asuntos diversos, como las condiciones de vida de solteros y casados, los duelos que nos causan los enemigos del hombre o los tormentos a que está sometida la existencia. Se insiste también en los castigos que esperan a los que dedican ésta a acumular riquezas, ilustrados con ejemplos bíblicos. Se anatemizan la gula, la ebriedad, la lujuria, la ambición y la soberbia, y el texto concluye con un repaso de las postrimerías, el juicio final y los suplicios de los condenados. La necesidad de penitencia en un mundo de pecado e injusticia es el leitmotiv del poema.
La crítica social que encontramos en el LMO no va más allá del reconocimiento de una situación de miseria y explotación que se intenta mitigar con el ejercicio de las virtudes cristianas. Sin embargo, el mal está retratado con crudeza, y el previsible fracaso de la vía de solución propuesta augura el desarrollo de una conciencia revolucionaria. Las revueltas que caracterizan el ocaso del feudalismo en muchas regiones, como la Grand Jacquerie francesa de 1358, serán los frutos maduros del espíritu que aquí vemos despuntar.
Bibliografía
Alonso, Dámaso. “Pobres y ricos en los libros de ‘Buen Amor’ y de ‘Miseria de omne’”, en De los siglos oscuros al de Oro, 105-113. Gredos, 1971.
Anónimo. Libro de miseria de omne, ed. de Jaime Cuesta Serrano. Cátedra, 2012.
Blanco Aguinaga, Carlos, Rodríguez Puértolas, Julio y Zavala, Iris, M. Historia social de la literatura española (en lengua castellana), 3ª ed. Vol. I. Akal, 2000.
Rodríguez-Puértolas, Julio. Poesía de protesta en la Edad Media castellana. Gredos, 1968.
Rodríguez Rivas, Gregorio. El Libro de miseria de omne, versión libre del De contemptu mundi. Livius, 4, 177-191, 1993.