Primera versión en Rebelión el 29 de noviembre de 2022
Isaac Puente concilió su labor como médico con el anarquismo militante en aquellos años 30 del siglo pasado en que la abolición del capitalismo parecía al alcance de la mano en nuestra piel de toro. Nacido en 1896 en Las Carreras (Vizcaya), estudió en la Universidad de Santiago y comenzó a ejercer en La Rioja, para instalarse luego en Maeztu (Álava), desde donde atendía una amplia zona con dieciséis pueblos. Durante los años de la Segunda república, Puente participó en protestas y movilizaciones de los libertarios, lo que lo llevó a la cárcel varias veces. La sublevación de julio de 1936 lo sorprendió en Maeztu y a finales de ese mismo mes fue detenido. Murió fusilado en la madrugada del 1 de septiembre y no se sabe dónde reposan sus restos.
Desde el entorno rural en el que vivía y desarrollaba su trabajo, Puente solía enviar contribuciones a las publicaciones ácratas de la época y fue autor además de numerosos folletos divulgando la Idea, uno de los cuales, El comunismo libertario. Sus posibilidades de realización en España, alcanzó una difusión extraordinaria. Isaac Puente, un médico rural ha sido editado por Pepitas de calabaza y la Fundación Anselmo Lorenzo en 2021 y trae una antología de sus escritos estructurados en dos apartados: “Salud” y “Anarquía”. El volumen incorpora una introducción de los editores, que repasan su biografía y su obra, así como los trabajos previos sobre él. Se incluye también el homenaje que tras su asesinato le dedicó la revista Estudios en noviembre de 1936 y el prólogo de Federica Montseny para la primera selección de sus textos (Tierra y Libertad, 1938).
Un médico naturista y humanista
Los artículos de Isaac Puente que se recogen en la primera parte del libro nos muestran a un divulgador de la medicina que adopta siempre una perspectiva global y tiene en cuenta la inserción del individuo en la sociedad. Hay abundantes reflexiones también sobre educación y sobre la superación de los hábitos que enferman y envilecen, y en ellas insiste en la racionalidad, en huir de las imposiciones y recurrir a elementos de juicio. Así llega a decir: “La perfección humana no llegará a madurez ni por la virtud del tiempo en sí, ni por la de gestos revolucionarios violentos, sino por el esfuerzo del individuo por modelarse y superarse…”
Puente es partidario de la eugenesia y de una ciencia que centre sus esfuerzos contra el sufrimiento humano. Critica que no se consideren esenciales en la producción de enfermedades las condiciones alimentarias e higiénicas deplorables de las clases explotadas en la jungla capitalista. Ve por tanto necesaria una medicina sensible a las injusticias y dispuesta a erradicarlas. Choca esto sin embargo con el afán de muchos en no malquistarse con los poderosos. En su propia piel hubo de sufrir el vizcaíno los consejos, aparentemente bienintencionados, de los que le aconsejaban “dedicarse sólo a la medicina”, y renunciar a sus ideales revolucionarios.
En un artículo de 1927, Puente insiste, contra las infecciones, en la importancia, junto a combatir el germen, de fortalecer las defensas con ejercicio, aire puro y dieta sana. Para los que caen enfermos, propone reposo, alimentos líquidos y favorecer la sudoración y las evacuaciones intestinales, es decir, apoyar al cuerpo en su lucha con el microbio. En dos textos de 1930 reitera esto a través de una lúcida síntesis en la que compara la virtud del organismo para superar por sí mismo las dolencias, con la del niño que desarrolla su propia naturaleza mediante una educación no represiva, y con la de la sociedad capaz de autoorganizarse según la teoría anarquista.
En otro artículo de 1927 recogido, el médico de Maeztu admira los descubrimientos de Pasteur sobre el origen microbiano de muchas enfermedades, aunque luego, ya en los años 30, se retracta para dar crédito a las teorías según las cuales los gérmenes no son causa, sino consecuencia de los desarreglos, llegando a admitir la generación espontánea de los microbios. De acuerdo con esto, la profilaxis debía centrarse sobre todo en estimular las defensas del organismo. En otros textos se declara también enemigo de los tratamientos a base de tóxicos que se estilaban contra la sífilis, y de la vacunación.
Un apóstol de la revolución social
En los escritos con más contenido político, Isaac Puente se manifiesta un ácrata convencido que llama a la abstención ante el “mito electoral” y a concentrarse en el objetivo único de la revolución social. Para alcanzar éste, ve el municipio como un centro de acción óptimo; los sindicalistas en armas deben tomar el control, entrar en el ayuntamiento sólo para destruir todos los archivos y documentos esclavizantes, e inmediatamente instaurar el comunismo libertario, la democracia directa y auténtica. En la ciudad mientras tanto el instrumento ha de ser la huelga general y el propósito contener a las fuerzas de la reacción para que no puedan ir a destruir la labor que se ha hecho en el campo, o en todo caso lleguen lo más tarde posible, con lo que quedará demostrada la viabilidad del nuevo orden.
Se insiste en que el mal del mundo actual no está en los individuos, sino en el sistema social impuesto en él, marcado por la desigualdad, la injusticia y la explotación. Resulta evidente que otra organización donde la propiedad sea colectiva y se respete la libre iniciativa no es sólo posible, sino también necesaria. En el campo las cooperativas pueden ser la mejor opción, que fortalecerá la solidaridad y el apoyo mutuo.
Leyendo estos artículos, recorremos la atormentada historia de los años republicanos, pródigos en sublevaciones libertarias siempre aplastadas. El Alto Llobregat en enero de 1932, Casas Viejas un año después, Aragón y la Rioja en diciembre de 1933… Nuestro médico clama contra las crueldades represivas, que a su juicio nunca sofocarán el instinto de lucha de los expoliados. La farsa de la política y sus demagogias electoreras consolidan el poder de la institución más abyecta, el Estado, con sus leyes y códigos de propiedad, pero todos estos engaños nada pueden contra la justa resolución de los que saben que sólo serán liberados de la miseria por sus propias manos.
Tras los sucesos revolucionarios de octubre de 1934 en Asturias, Puente desengaña a sus lectores ante los recientes afanes sediciosos de los socialistas autoritarios y en un largo artículo del 1 de mayo de 1936 enfatiza las diferencias entre la concepción y estrategia de UGT y CNT. Sin embargo, sí considera posible un entendimiento con las bases socialistas, que en su opinión, deben simplemente recapacitar si quieren ser dirigidos y encuadrados en nuevas cristalizaciones del siempre oprobioso Estado o tomar las riendas de su destino.
La encendida elocuencia de estos textos nos introduce de lleno en aquel mundo en que la revolución social distaba mucho de ser la utopía inverosímil en que se ha convertido hoy. Se creía entonces que la pujante y limpia trayectoria de la CNT sería capaz de arrastrar a los otros sindicatos, e incluso de hacerles replegar su vena autoritaria. Sin embargo, al final pudo verse que faltaba la masa crítica para que la revolución pudiera consolidarse y triunfar, y para colmo de males el contexto internacional fue enormemente adverso.
Isaac Puente fue uno de los que más lúcidamente vivieron el sueño y estuvo entre los que pagaron con su vida por intentar realizarlo. Sus palabras nos lo acercan para que lo hagamos nuestro.