Primera versión en Rebelión el 2 de mayo de 2023
El compromiso político de los anarquistas españoles durante la Guerra Civil, que llegó al extremo impensable de participar con cuatro carteras en un gobierno estatal, se produjo en aras de una unidad antifascista que se consideraba inevitable, pero provocó graves disensiones en el movimiento libertario tanto a nivel nacional como internacional.
Estos conflictos pueden parecernos agua pasada que no mueve molino, pero la realidad es que constituyen el meollo de una situación de gran trascendencia y que se ha dado pocas veces en la historia, con un proceso revolucionario en marcha y una confrontación de estrategias sobre cómo culminarlo con éxito. En esta coyuntura es fácil ver que el contraste de los argumentos tiene un alcance universal y está lleno de enseñanzas para el futuro. Por otro lado, es importante destacar que muchos detalles de estos enfrentamientos se conservan en fondos documentales de difícil acceso y nunca antes habían visto la luz en un libro, con lo que eran en gran parte desconocidos para el público.
Agustín Guillamón (Barcelona, 1950) es uno de los mejores conocedores de la historia del movimiento anarquista español durante los años 30, como lo muestran los numerosos trabajos que ha dedicado a estos asuntos, con títulos emblemáticos como Los comités de defensa de la CNT, de 2011 y con varias reediciones; Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937, de 2017; o Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña, en colaboración con Antonio Gascón y de 2018. El objetivo de CNT vs AIT, que ha sido editado por Descontrol en 2022, es analizar la base documental que muestra los entresijos del debate libertario a todos los niveles sobre el dilema que planteaba la guerra de España.
La derrota de la revolución
Tras un prólogo de Octavio Alberola, que resalta la trascendencia de estudiar momentos clave de la historia de la emancipación humana, como el que es asunto del libro, el primer capítulo comienza presentando una síntesis del desarrollo de los acontecimientos durante las cruciales jornadas de julio de 1936 en Barcelona. La derrota de los sublevados en las calles generó una situación revolucionaria que un Pleno Regional de la CNT el día 21 decidió encarar a través de la colaboración del sindicato con el Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA) que se constituía por entonces aglutinando a todas las organizaciones democráticas. Los anarquistas, héroes del momento tras su rol esencial en el fracaso del golpe, se reservaban los puestos clave en el CCMA, pero renunciaban así expresamente a imponer al resto de las fuerzas su criterio, en lo que temían ver el sinsentido de una “dictadura anarquista”.
Guillamón describe lo que ocurre a partir de ese momento, que puede sintetizarse en la consolidación de una burocracia confederal que impone a las masas del sindicato una estrategia de colaboración interclasista, presentada como inevitable y aceptada con reservas. Puede decirse, en resumen, que la vanguardia revolucionaria declinó su papel rector y dejó a las bases huérfanas. De esta forma, el avance de la reacción fue imparable y tras nueve semanas de existencia, el CCMA se disolvió, restituyendo todo el poder a la Generalitat, con lo que la situación empeoró aún más. En esta progresiva renuncia a las conquistas, los Hechos de mayo fueron un intento desesperado de retomar la vía revolucionaria que resultó inútil.
El segundo capítulo se dedica a la persecución de los revolucionarios tras los Hechos de mayo y a la estrategia de los dirigentes libertarios de acabar con la discrepancia interna dentro del movimiento. La transcripción de actas de reuniones muestra como las pretensiones de los comités de barrio de mantener su autonomía y las conquistas revolucionarias son respondidos por los líderes con llamamientos a la disciplina y una férrea represión de cualquier disidencia. El asalto al cuartel de Los Escolapios en septiembre de 1937 fue un episodio destacado de esta política.
Evidencia documental de la burocratización imparable
Guillamón aporta numerosos datos procedentes de fuentes primarias que muestran en detalle la consunción del proceso revolucionario. Un escenario importante que se describe es Puigcerdá, donde el asesinato de militantes anarquistas por parte de estalinistas y nacionalistas en mayo y junio de 1937, apenas tuvo eco en la prensa libertaria, controlada por los líderes de la CNT.
Resulta revelador también el análisis de los boletines editados por los anarquistas franceses presentes en Barcelona. Todos ellos se organizaron al principio en una Sección Francesa, pero en febrero de 1937 se constituyó un Grupo Francés, fiel a las directrices de la cúpula de la CNT. En marzo y abril hubo agrias discusiones entre ambas facciones, y tras los Hechos de mayo se produjo la disolución de la Sección. En ese momento, los anarquistas franceses críticos, mayoritariamente habían regresado a su país o estaban en la cárcel por su participación en la revuelta. Los que luchaban en el frente se vieron obligados a aceptar una militarización que antes habían criticado.
A nivel global, puede decirse que el movimiento libertario francés se vio muy afectado por la evolución de los acontecimientos en España. Así, en julio de 1936 se produjo un agrupamiento de todos los sectores para ayudar a los compañeros españoles, pero a partir de octubre de ese año ganó protagonismo una escisión afín a los líderes colaboracionistas.
Habida cuenta de que los sucesos de España representaban un reto formidable para el mundo libertario, resulta revelador el estudio que se realiza de la correspondencia de los líderes de la AIT, entre ellos y con los de la CNT. Las críticas a la estrategia de esta última desde la ortodoxia anarquista comienzan muy pronto, pero van a estallar de forma virulenta en el congreso de la AIT en París en diciembre de 1937, cuyas deliberaciones se presentan en detalle y se comentan en un extenso capítulo. Lo que se vivió aquellos días fue un enfrentamiento entre la clásica visión antigubernamental ácrata, representada por Alexander Shapiro y Pierre Besnard, entre otros, y el posibilismo de los libertarios españoles que llegan incluso a tratar de limar críticas a la Unión Soviética, por su ayuda militar al gobierno republicano.
Hay que decir sin embargo que entre los miembros más influyentes de la AIT algunos fueron comprensivos con la vía de unidad antifascista emprendida por la cúpula de la CNT. Es el caso de Helmut Rüdiger, quien en su “Informe secreto” presentado al congreso, y que convenientemente expurgado fue publicado luego por la CNT, pedía a las diversas facciones que moderasen sus críticas a los libertarios españoles. Para él la política de unidad antifascista, que implicaba colaboración con partidos burgueses, estaba justificada, pero no la alianza de sectores ácratas revolucionarios, como Los Amigos de Durruti, con organizaciones trotskistas, que consideraba lastrada por un objetivo dictatorial.
Y la discusión se prolonga hasta hoy
Otro fondo documental valioso es la revista Internacional, editada por la AIT tras el congreso parisino de 1937 y que era distribuida sólo a los militantes más destacados. Se trataba con ella de crear un foro de discusión restringido, para lavar los trapos sucios en casa. Guillamón analiza los artículos más relevantes de los seis números que aparecieron hasta octubre de 1938, lo que sirve para muestrear las opiniones que existían en el movimiento libertario sobre la situación en España. Se concluye que la colaboración con partidos burgueses y participación en gobiernos de los españoles eran consideradas por unos una dejación injustificable de los principios libertarios, mientras que otros admitían que las circunstancias las hacían inevitables.
En el nuevo congreso de la AIT que se reunió en París en octubre y noviembre de 1938, los anarquistas españoles, entre los que Mariano R. Vázquez ‘Marianet’ fue el principal orador, informaron sobre la situación en su país, manifestándose centrados en el objetivo único y esencial de ganar la guerra con la colaboración de todas las fuerzas antifascistas. En este caso no se escucharon críticas y la AIT se plegó a la estrategia de la CNT, llegando a aprobarse una cláusula adicional que concedía a las secciones nacionales “amplia autonomía táctica” en la lucha por los ideales libertarios.
El último capítulo está dedicado a artículos en los que Jaume Balius y algunos anarquistas franceses reflexionan sobre la derrota de la revolución, causada a su juicio por la traición y degeneración burocrática de los líderes libertarios españoles. La obra se completa con unas conclusiones que sintetizan lo aportado en los distintos capítulos, y trae además un amplio glosario, bibliografía y anexos documental y fotográfico.
Guillamón considera que en julio de 1936, al renunciar a la destrucción del estado y su sustitución por comités, los libertarios españoles entregaron lamentablemente la revolución que habían comenzado con la derrota del fascismo en las calles. Lo que sigue tras este error crucial es sólo un progresivo e inevitable retroceso en las conquistas iniciales, en el que se agravan las tensiones entre las masas y sus dirigentes, plegados a la colaboración con el estado.
No obstante, con una perspectiva global, es fácil prever que de haberse optado por la opción maximalista, las dificultades para culminar el proceso emancipador hubieran sido tan enormes que no vemos que hubieran podido ser superadas. De esta forma, la discusión en el momento actual pasa a ser cuál de las dos derrotas posibles hubiera sido peor. El debate está abierto, pero en cualquier caso, el análisis que se realiza en CNT vs AIT pone de manifiesto en detalle de qué manera las polémicas de hoy comenzaron ya en 1936, con una resistencia por parte del movimiento libertario a adherirse a la estrategia de colaboración interclasista impuesta en España por los líderes ácratas.
El libro nos ofrece una imagen nueva y en muchos aspectos sorprendente de las discusiones en el campo libertario sobre los avatares de la revolución española. Como resultado de estos debates, aunque nunca dejaron de oírse voces discrepantes, hay que decir que la propia AIT terminó por dar libertad a las secciones nacionales y de alguna forma hizo suya la estrategia de la CNT. Esta claudicación de lo que habían sido pilares esenciales del movimiento libertario hasta entonces afectó profundamente a su unidad y coherencia ideológica en un momento clave en que un monstruoso conflicto bélico amenazaba con adueñarse del mundo.