Primera versión en Rebelión el 8 de noviembre de 2023
El Frente Polisario se constituyó en 1973 con el objetivo de lograr la independencia del Sáhara Occidental, colonizado por España, pero poco después la ocupación del territorio por el reino de Marruecos, hizo que éste haya sido el oponente principal del movimiento en el largo conflicto, con episodios bélicos, desencadenado hasta el presente. Los intereses estratégicos y equilibrios globales han hecho que las resoluciones de las Naciones Unidas, encaminadas a poner fin democrática y pacíficamente al litigio, hayan sido dejadas de lado, generando una situación de estancamiento, lesiva para los derechos de los saharauis y desestabilizadora de la región.
La aproximación histórica rigurosa es vital para comprender la magnitud de un problema que aparece recurrentemente en los medios, pero resulta muy complejo en sus implicaciones legales y está envuelto además en la desinformación creada desde los poderes enfrentados. Ante esta perspectiva, el historiador y diplomático saharaui Emboirik Ahmed Omar (1956) ha redactado esta Breve historia del Frente Polisario con el fin de exponer los momentos y aspectos clave del proceso, muchos de ellos poco conocidos pero imprescindibles para plantear soluciones válidas. Su tesis doctoral, leída en 2015 en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, lleva por título: El nacionalismo saharaui: de Zemla a la Organización de Estados Africanos y sirvió de base para el libro reseñado.
El dominio español
La resistencia a la ocupación española por parte del pueblo saharaui comenzó durante los años 50 a través de una colaboración con patriotas marroquíes que luchaban por la independencia de su propio país, lograda en 1956. Fue ésta una asociación que hoy puede tildarse de ingenua, pero abrió camino a la conciencia nacional. En 1969, Mohamed Sidi Brahim Basiri (1942-1970) creó el Movimiento de Vanguardia para la Liberación del Sáhara, con el fin de oponerse a la ocupación española de forma pacífica y trató de negociar la independencia.
En el contexto de estos intentos, en junio de 1970 se convocó en El Aaiún una manifestación para presentar una petición al Gobernador del Sáhara español, y la represión que siguió se saldó con varios muertos, entre ellos el propio Basiri, probablemente fusilado tras su detención días después. Estos hechos, que pasaron a la historia como el Levantamiento de Zemla, no atajaron el impulso de organización arraigado en la población y en 1973 varios grupos de saharauis constituyeron en Zuerat (Mauritania) el Frente Popular por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, conocido como Frente Polisario (FP).
El FP se fundó como un partido político de carácter socialista y arabista, y tomó como modelo la revolución de Argelia. Su propósito era alcanzar la independencia del territorio del dominio colonial español y poco después organizó, con el apoyo de Muamar el Gadafi, el Ejército de Liberación Popular Saharaui como su ala militar, mostrando que su apuesta por la lucha armada era bien clara. Ahmed Omar recuerda la biografía de personajes destacados en la gestación del nuevo partido, como Luai Mustafa Sayed (1948-1976), defensor de una revolución árabe global y enemigo declarado del tribalismo y la corrupción de los líderes, que falleció en combate en un asalto a la capital mauritana.
El libro describe en detalle acciones militares del FP, como las del Janga y Budher en 1973, que se saldaron con éxitos, al igual que la emboscada de unidades españolas en Egyeiyimat el año siguiente, el enfrentamiento más importante de esta primera etapa. En mayo de 1975 fueron capturadas dos patrullas de Tropas Nómadas, lo que supuso un gran aporte en armas, municiones y medios de transporte. El gobierno español abrió negociaciones para la liberación de los prisioneros a cambio de un impulso hacia la independencia, pero sólo los saharauis cumplieron su parte. Los militares fueron entregados en septiembre en Argel, mientras que las promesas de Madrid quedaron en nada con la cesión posterior del territorio a Marruecos y Mauritania.
Hay que señalar que en estos años los gobiernos marroquí y español crearon organizaciones que, con escasa representatividad, trataron de encauzar los hechos en una dirección que les fuera más favorable. Ahmed Omar recuerda las actividades, bastante marginales, que estos grupos desarrollaron.
Marcha Verde y nuevos escenarios
Según puntualizaban las resoluciones de Naciones Unidas, en 1975 el Sáhara Occidental era un territorio no autónomo pendiente de descolonización y lo preceptivo era la realización de un referéndum en que la población decidiera su futuro. Sin embargo, esta opción fue pospuesta en una resolución de la ONU a petición de Rabat, hasta que el Tribunal de la Haya estableciera si Marruecos y Mauritania tenían derechos sobre el territorio. El alto tribunal dictaminó que estos derechos no existían, con lo que el referéndum resultaba ya inaplazable.
Es entonces cuando 300 000 civiles marroquíes son conducidos en camiones al Sáhara Occidental, mientras paralelamente 30 000 miembros de las Fuerzas Armadas Reales invaden la región. La operación recibió el nombre de Marcha Verde y estuvo coordinada con las autoridades españolas, que retiraron paralelamente todos sus efectivos. Así fue como el 14 de noviembre de 1975 se firmó, entre España, Marruecos y Mauritania, el Acuerdo de Madrid, por el que se dividía el país y a sus habitantes entre los dos últimos estados, en flagrante violación de los protocolos de descolonización vigentes. Se trataba de una traición en toda regla del gobierno español a personas que estaban bajo su protección, que lo hace responsable de la violencia que siguió. De este comportamiento ilegal, injusto y vil, lo cierto es que nadie nunca ha dado explicaciones todavía.
¿Por qué procedió España de esta manera? Sin descartar la posibilidad de intereses personales inconfesables, las causas más probables podrían ser un chantaje marroquí con Ceuta y Melilla y el miedo al peligro estratégico de un Sáhara independiente alineado con Argelia, Libia y la URSS. Además, con el acuerdo firmado, a las empresas españolas se les permitiría seguir extrayendo beneficios. Todo quedó sentenciado cuando se comprobó el gran apoyo popular al FP en el territorio, que hacía difíciles componendas neocoloniales.
Los saharauis reaccionan a esta demoledora ofensiva con dignidad y madurez. En diciembre de 1975, sesenta y siete notables, representantes de todos los sectores de la sociedad, decidieron en Guelta Zemmur constituir el Consejo Nacional Saharaui y remitieron a la ONU un comunicado en defensa de la autodeterminación como única vía de solución del conflicto. Se pidió a la población que permaneciera en sus hogares, pero muchos optaron por abandonarlos, huyendo de la sangrienta represión de las fuerzas de ocupación. El éxodo fue reagrupándose en campamentos que fueron atacados con napalm y fósforo blanco, como quedó demostrado por diversos testimonios. La situación fue crítica hasta que el presidente argelino Huari Bumedián ofreció un espacio próximo a la localidad de Tinduf para asentar a los refugiados. Esto se planteó como una medida provisional y como tal se sigue considerando, pero aquel alojamiento terminó convirtiéndose en el hogar de muchas familias saharauis hasta el momento presente.
En estas condiciones y ante el vacío de poder creado por la retirada de España y la invasión subsiguiente, el FP decidió asumir la representación del pueblo saharaui y así el 27 de febrero de 1976 proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), como expresión del ejercicio del derecho a la autodeterminación y la independencia en un contexto de guerra y exilio en que la realización de un referéndum resultaba materialmente imposible. No es ésta la primera vez que un movimiento de liberación se ve obligado a actuar de esta forma, y se menciona como ejemplo el caso de Argelia.
Un factor esencial para comprender el proceso descrito son las políticas expansionistas de la monarquía alauita en pos del sueño del Gran Marruecos. Argelia, que hubo de luchar en 1963 y 1964 en la Guerra de las Arenas, prestó asistencia a Mauritania, tras su independencia en 1960, contra las pretensiones marroquíes sobre su territorio. Sin embargo, con posterioridad el gobierno de Nuakchot dio un vuelco a su estrategia al aceptar firmar los Acuerdos de Madrid y compartir amistosamente el Sáhara occidental con Marruecos.
Décadas de guerra y frustración en un mundo postcolonial
La situación creada conducía inevitablemente a un conflicto armado. El objetivo inicial del FP ante el avance de las tropas invasoras desde el norte y el sur fue tratar de retrasar su acceso a los grandes núcleos urbanos, con el fin de facilitar el repliegue de los civiles. Además de esto, en junio de 1976 y julio de 1977 se realizaron incursiones hasta la capital mauritana, y en abril de 1977 se ocuparon durante unas horas las minas de hierro de Zuerat, base de la economía del país. En junio del mismo año se atacaron posiciones junto a la frontera de Mali. Todas estas operaciones consiguieron que en agosto de 1979 Mauritania cediese su parte del Sahara Occidental al Frente Polisario, pero esto no fue reconocido por Marruecos, que se anexionó esa zona al poco tiempo.
La guerra avanzaba favorablemente para el FP y Ahmed Omar describe los cambios que se introdujeron por entonces en su estructura militar y el armamento con que contaba. La batalla de Waarziz supuso un serio descalabro de los marroquíes en 1980, y el año siguiente en la de Guelta Zemmur se hicieron 230 prisioneros y se derribaron cuatro aviones y un helicóptero. Estos reveses provocaron que los ocupantes, apoyados por asesores franceses e israelíes, decidieran un cambio de estrategia, con la construcción de un muro, combinado con alambradas y campos minados, de una longitud próxima a 2200 km y que atravesara el territorio de norte a sur. De esta forma dejaron una porción del país, los denominados “territorios liberados”, bajo el control del FP. La población de esta zona se estima entre 30 000 y 40 000 personas y sus principales núcleos son Tifariti, Bir Lehlu, Agüenit, Meharriz, Miyek, Duguech y Zug.
En la nueva situación, el FP continuó hostigando a los ocupantes y se lograron éxitos notables, como en 1985 en Um Legta, donde se capturó una importante cantidad de armamento y se hicieron 83 prisioneros. Un pequeño ejército de 10 000 guerrilleros, con movilidad, sorpresa y conocimiento del terreno, era capaz de traer en jaque a otro veinte veces mayor y mejor equipado, pero los problemas para el FP llegaron en seguida en forma de una crisis interna, motivada por luchas personales por el poder en la cúpula, con resurrección de viejos fantasmas tribales. Esto generó deserciones en la causa y un debilitamiento de la capacidad de acción del FP, que en 1991 decidió firmar un alto el fuego. Ese mismo año se cambió en el VIII Congreso la estructura organizativa, instituyendo un reparto más democrático del poder.
Los últimos capítulos del libro se dedican a repasar las implicaciones geopolíticas del conflicto. Se recuerda a Muamar el Gadafi, el primer apoyo militar y valedor del reconocimiento internacional hasta su rompimiento con el FP en 1983. El año siguiente la Organización para la Unidad Africana aceptó a la RASD en su seno. La ONU por su parte ha dictaminado en varias ocasiones la necesidad de un referéndum para culminar el proceso de descolonización, y en 1991 constituyó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO), que despliega más de cuatrocientos militares y civiles sobre el terreno y actúa como fuerza de interposición.
Un incierto presente
La situación actual de la hermosa región donde el Sáhara se encuentra con el Atlántico no invita precisamente al optimismo. La diplomacia marroquí sabe que el tiempo corre a su favor y lo deja pasar, presumiendo de razonable con su oferta de una “generosa autonomía” que en realidad supone una renuncia a la aspiración básica de la independencia de la RASD. Las provocaciones de los ocupantes llevaron en 2020 a una ruptura del alto el fuego, pero los saharauis son conscientes de que ahora las opciones bélicas no son las de antes. La aceptación por Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental ese mismo año fue un amargo trago, y poco después las declaraciones de Pedro Sánchez al respecto tampoco resultaron halagüeñas para una vieja causa cargada de justicia. De los más de ochenta países que reconocieron a la RASD en su momento, cuarenta y cinco aún siguen haciéndolo, pero la perspectiva no deja de empeorar.
La Breve historia del Frente Polisario de Ahmed Omar nos informa en detalle de cómo aquel territorio al que las autoridades franquistas se referían como “una provincia española, igual que Cuenca”, fue entregado vergonzosamente con todas sus gentes, violando sus derechos esenciales, a dos potencias extranjeras. Sabemos también a través de este libro del heroísmo del pueblo saharaui y de su resistencia exitosa contra los ocupantes durante largo tiempo. Lo más triste sin duda es comprobar cómo en las últimas décadas el conflicto permanece dolorosamente enquistado, mientras la situación internacional hace cada vez más difícil la solución democrática que muchos desearíamos.