Primera versión en Rebelión el 6 de diciembre de 2023
Salvador Seguí representaba, junto a Ángel Pestaña, la vena más reflexiva y obrerista del anarquismo ibérico, y estaba destinado a jugar un rol decisivo cuando el movimiento quedara atrapado en el conflicto inevitable y crucial entre las dos estrategias revolucionarias que anidaban en él. Su asesinato con treinta y cinco años de edad frustró una aportación que hubiera sido relevante y dejó nimbadas por la bruma de otro tiempo su personalidad y su labor.
No había forma mejor de conmemorar el centenario de la muerte de Salvador Seguí a manos de pistoleros de la patronal, que editar una antología de sus escritos, y ésta fue la tarea que decidieron asumir CGT y la fundación que lleva el nombre del malogrado sindicalista. El volumen acaba de llegar a las librerías y trae una presentación de Miguel Fadrique y un prólogo de Emili Cortavitarte, en el que repasa la vida y la obra del Noi. Se recogen luego sus artículos en la prensa libertaria, entrevistas, intervenciones en mítines, conferencias y narraciones, en la más amplia muestra de sus escritos existente en estos momentos.
Salvador Seguí nació en Tornabous (Lleida) en 1887 y desde muy pronto hizo compatible su oficio de pintor con un activismo ácrata en el que siempre puso especial énfasis en el desarrollo de la conciencia crítica de los trabajadores a través de la educación. Fue un abanderado también de la unidad de acción sindical, y ello fructificó, por ejemplo, en la Huelga general revolucionaria de agosto de 1917, que tuvo gran apoyo en toda España y demostró la capacidad de movilización del proletariado.
Protagonista destacado de muchos acontecimientos de los anarcosindicalistas, como la Huelga de la Canadiense, que arrancó a la patronal, entre otras mejoras, la jornada de ocho horas, o el II congreso de la CNT, en el Teatro de la Comedia de Madrid, el Noi no pudo librarse de persecuciones y detenciones y en 1920 estuvo entre los deportados a Mahón por su activismo. En marzo de 1923, él y Francisco Comes, otro sindicalista, fueron tiroteados en el barrio del Raval, en Barcelona, y ambos murieron a consecuencia de las heridas recibidas; los asesinos nunca fueron llevados ante la justicia.
Habla el Noi del Sucre
La obra escrita de Salvador Seguí no es tan extensa como la de otros líderes libertarios contemporáneos suyos, pero aporta claves suficientes para conocer su pensamiento y sus opiniones ante los procesos históricos que le tocó vivir. Sabemos así que, contra lo que se ha especulado a veces, era un ácrata convencido y como tal desdeñaba la vía parlamentaria, Sobre ello razona con vehemencia y sólidos argumentos en múltiples ocasiones y en una entrevista de 1919, ante la insinuación de que esperan verle diputado por Barcelona, replica airado: “Mire, no diga eso. Yo no seré nunca diputado. Es ofenderme el hablar de ello.”
Acerca de la I Guerra Mundial, la opinión del Noi sintoniza con la de la mayor parte del movimiento libertario, y ve en ella un conflicto entre potencias imperialistas, ante el cual defiende la neutralidad y la protesta antibelicista. Respecto a la Revolución rusa, su criterio va perfilándose a medida que aumenta la información disponible. La impresión inicial es favorable, aunque con ciertas críticas muy atinadas al observar que lo que se impone son las políticas de un partido y no las decisiones democráticas de las organizaciones obreras. En el Congreso de la Comedia (1919) apoya la adhesión de la CNT a la III Internacional, pero tres años después cuando Ángel Pestaña y Gaston Leval relatan lo que han visto sobre el terreno, critica con dureza la dictadura que a su juicio se está fraguando en la URSS.
Recoge el libro artículos sobre problemas de la política española, como la guerra de África, asunto también en el que el pacifismo del Noi es radical; exige dejar África a los africanos, para lo cual ofrece su colaboración a los socialistas. En otros textos, no renuncia a reflexiones enjundiosas sobre el pasado nacional, de las que concluye que desde la derrota de los comuneros en Villalar, la política del país no está guiada más que por el afán explotador de la casta dirigente. Así, las condiciones de vida de las clases populares son penosas y no hacen más que empeorar, contra lo que no ve otra vía de arreglo que la lucha sindical y revolucionaria.
Respecto a la violencia que va a poner fin tan cruelmente a su vida, Seguí tiene claro que el pistolerismo surge de la voluntad de la patronal de defender sus privilegios económicos a cualquier precio. Las provocaciones eran continuas, pero el Noi declara tajantemente no ser partidario de reacciones viscerales. En un texto publicado póstumamente afirma: “El resultado de una acción violenta es contraproducente por completo, ya que dicha actuación reporta, además, la paralización absoluta de nuestra propaganda y un paro obligado en la ruta ascendente hacia el ideal de una sociedad nueva.”
En una época en que el movimiento anarquista contemplaba aún en bastantes casos con precaución la vía sindicalista, Seguí fue un defensor de ésta y contribuyo a que fuera reconocida como una estrategia valiosa. Era además un orador extraordinario, que cautivaba a las masas. En este sentido fue decisiva su intervención en marzo de 1919 en la plaza de Las Arenas, cuando la Huelga de la Canadiense había logrado ya sus objetivos esenciales pero algunos se obstinaban en seguir la lucha. Ante 20 000 personas, el Noi consiguió convencerlas de que el acuerdo era positivo y había que reagrupar fuerzas para continuar preparando la revolución.
Tienen interés especial los trabajos literarios de Seguí. En sus dos novelas cortas, El optimismo de Silverio Salgado (1922) y Escuela de rebeldía (1923), nos describe el despertar de los protagonistas a la seducción de la lucha social contra la explotación y la miseria que reinan a su alrededor, aunque el precio a pagar por la esperanza sea a veces terrible. Se incluyen también testimonios tras el asesinato del Noi y una entrevista a su viuda en 1973, publicada en la revista Triunfo.
Un ejemplo vivo
La paradoja de que el mayor enemigo de la violencia en las filas libertarias muriera en un atentado tiene una explicación sencilla que encierra además una lección universal. Con la destitución unos meses antes de Severiano Martínez Anido, sanguinario gobernador civil de Barcelona, la confrontación social por medios pacíficos era una posibilidad real, lo que fue percibido por las élites económicas catalanas como un peligro insoportable. El asesinato del líder más querido y respetado fue la opción escogida, porque ello caldearía los ánimos y permitiría volver a la represión sin cortapisas, vía áurea de los poderosos. En septiembre de ese mismo año, arranca la dictadura de Miguel Primo de Rivera, entre cuyos más estrechos colaboradores va a figurar desde el principio Martínez Anido.
Ha pasado ya un siglo desde aquel 10 de marzo en que por las calles de Barcelona infinitas voces proletarias gritaban un mensaje de espanto: “Han matat el Noi”. Cien años es mucho tiempo, y me temo que en este caso demasiadas cosas han cambiado para peor. Sin embargo, hay que decir que en nuestro mundo de inanidades parlamentarias, ofuscaciones nacionalistas e incomprensión casi absoluta del trasfondo, económico y brutal, del asunto, recordar la vida y el pensamiento de Salvador Seguí puede ser una poción casi milagrosa contra el desánimo. Esto es así porque su trayectoria nos demuestra, contra viento y marea, que entre las vías posibles de lucha, también ahora, la del sindicalismo revolucionario sigue siendo una de las más prometedoras. Enhorabuena, por ello, a la CGT por honrar la memoria del Noi del Sucre y recargarnos a todos las pilas con la edición de este libro.