Primera versión en Rebelión el 10 de enero de 2024
Con su historia, su literatura y sus ilustraciones, este pequeño libro es una joya única.
María Jesús Alemañy vivió una vida breve que dejó recuerdos hermosos en todos los que la conocieron. Nació en la capital albaceteña en 1987 y allí cursó el bachillerato y estudió medicina. Tras obtener el MIR, ejerció como médica de familia en Valencia, con dedicación y competencia, hasta su fallecimiento en 2019. Su inquietud literaria despertó muy pronto, y sus trabajos fueron premiados en el Instituto Amparo Sanz donde estudiaba, pero fue después cuando, inspirándose en sus propios pacientes, escribió los relatos breves que ahora se reúnen en Gente “normal”, recién editado por Dyskolo. Es éste el libro precioso de una autora joven, y a la vez y tristemente su obra única, su promesa frustrada.
La edición viene con un prólogo de Francisco Javier García Gómez, quien alumbra algunos aspectos del texto y su autora. Él nos habla de una mujer luminosa, dotada de una profunda empatía: “La compasión verdadera es el hilo conductor de todos los relatos. En su etimología, compasión significa sufrir con el otro. Y eso es lo que creo María Jesús logra con estos cuentos, ponerse al lado del otro, de su soledad, de su olvido, de su amor, de su pérdida. Y al leerlos nos transporta y nos lleva a nosotros también de la mano hacia ellos. (…) Son los otros vistos tan de cerca y tan por dentro, que casi nos duele y sentimos pudor. Porque María Jesús tenía esa virtud y esa generosidad para estar al lado del que sufre.”
La portada y el interior del libro han sido ilustrados por Aïda Alizadeh Fard con dibujos sobrios y certeros que con unos trazos saben captar el alma de cada personaje. Esta artista, nacida en París en 2002, ha estudiado en la célebre École Boulle de esta ciudad y en la actualidad realiza un máster en Derechos Humanos y Justicia Internacional, sin dejar de lado su labor creativa.
Gente normal trae nueve historias con nombre propio que, según revela García Gómez, probablemente no fueron escritas para ser publicadas. Esto encaja con la impresión que produce su lectura. Tejidas con prosa sugerente y bien trabada, las narraciones no evidencian en ningún caso que su autora se entregue al artificio literario. Lejos de eso, lo que se expresa en ellas es sensibilidad a flor de piel y deseo, por encima de todo, de exponer en palabras veraces y atrapar en el tiempo impresiones de gentes que la joven doctora iba hallando en su camino.
Son retratados hombres y mujeres con personalidades diversas, pero marcadas siempre por la inconsciencia que estigmatiza nuestra época. Alemañy captura instantes, y nos muestra la fidelidad sin límites de Francisco, que llega hasta cuando su esposa, con demencia senil, podría asesinarle. Nos descubre también la pasión descarada y odiosa de Manolo, los cincuenta años de enamoramiento de Evelyn y su entrega hasta el final, y el apego filial de Eduardo y su vida tranquila atendiendo a su madre. Vislumbramos el amor de Guadalupe, que atraviesa el océano, la homosexualidad inconsciente de Esteban, mientras irrumpe la enfermedad en su existencia y la devoción maternal de Enriqueta, destrozada viendo morir a sus hijos. A Jacoba la hallamos terca en la obsesión de su vida, aquel momento hace años en que se cruzó en su camino una mujer en la que reconoció a la madre de Dios, y a Rosa, suicida frustrada, atrapada en el desamor y sobreviviendo a base de drogas.
Todos estos seres tan diferentes, muestrario de la humanidad de hoy mismo, son hermanos en su desolación y su impotencia, en el amor que los construye y la enfermedad que los destruye. Alemañy, que los vio pasar a su lado, no resistió la tentación de reconstruir su mundo con palabras, porque al mirarnos en el espejo de su inquietud podemos aprender mucho sobre la condición humana y los arcanos de nuestro propio ser. Ellos se organizan como pueden en su laberinto y nos imploran, reales como la vida misma, un rinconcito en nuestro corazón para compartir sus tragedias. Y esta cesión es tal vez una medicina que puede aliviarnos.
Hay que subrayar el acierto de Dyskolo al publicar estas páginas que María Jesús Alemañy concibió en su afán por hacer suyas las cuitas de sus semejantes. A través de su perspicacia y empatía, contemplamos figuras bien perfiladas de una tropa de gente normal, amables compañeros en este tiempo de penumbras. Ella que se fue tan pronto, nos dejó como regalo esta colección de instantes que son vidas, y ellas nos hacen más sabios y nos ayudan a seguir.