Primera versión en Rebelión el 28 de febrero de 2024
Gerd Arntz fue uno de los artistas gráficos que en el tiempo del auge de los fascismos aceptaron el reto de expresar los presagios funestos y enfrentarse al horror. La alternativa estética del Gruppe Progressiver Künstler (Grupo de Artistas Progresistas, GAP) al que se unió rehuía tanto la placidez dictada por la burguesía como los experimentos formales del expresionismo, y supo crear un lenguaje original que exploraba las fronteras del arte figurativo. Dirección única ha recogido en un volumen una buena muestra de los grabados de Arntz en el período de entreguerras, que exponen su postura ante los acontecimientos que se precipitaban.
Nacido en 1900 en Remscheid, una localidad de Renania, Gerd Arntz se ocupó por breve tiempo en la fábrica de hierro de su familia, pero enseguida la experiencia de la guerra y la empatía con el proletariado estimularon en él una conciencia social que trató de expresar por medio del dibujo. Realizó estudios en Düsseldorf y allí empezó a desarrollar su obra, al tiempo que colaboraba con los grupos de la izquierda comunista consejista. De esta forma, a comienzos de los años 20, se integró en el GAP, junto a F. W. Seiwert o H. Hoerle, entre otros.
El objetivo declarado de este grupo era un ataque frontal a la mentalidad burguesa y su concepción del mundo, basada en individualismo y beneficio, pero consideraban que la distorsión de la realidad que practicaban vanguardistas y expresionistas no era la vía más adecuada para esta crítica y por ello no recurrían, por ejemplo, en su representación de la clase propietaria, a la fealdad y deformidad de rostros abotargados o porcinos. A su juicio, estas visiones caricaturescas suponían un exceso de sentimentalismo que ocultaba las bases de la explotación capitalista, y proponían como alternativa un realismo asentado en simplicidad, formas geométricas y líneas puras, un “constructivismo figurativo” que debía expresar los rasgos esenciales de la estructura social.
En 1926 Arntz fue invitado por el filósofo austriaco Otto Neurath a trabajar en el Museo de la Sociedad y la Economía de Viena, donde tuvo oportunidad de desarrollar un sistema de códigos de información por medio de imágenes simbólicas y sin recurrir al lenguaje, denominado Isotype, que luego sería muy utilizado internacionalmente. Tras el ascenso de Hitler al poder, Arntz se instaló en Holanda, y allí fue reclutado por la Wehrmacht en 1943. Después de la guerra regresó al país, donde falleció en 1988.
Realismo crítico contra el capital
Las 50 xilografías reunidas en el libro constituyen una tercera parte de la producción de su autor entre las dos guerras mundiales. Todas ellas comparten un lenguaje común, con sencillez de trazos y formas y una composición esquemática perfectamente ajustada a la expresión de una idea. Contemplamos en ellas la vida del proletariado, las rutinas fabriles y la penuria de los barrios obreros, y también a los propietarios y políticos que imponen su dominio. Muchas veces explotadores y explotados se representan por medio de planos superpuestos: unos pocos arriba disfrutan del ocio y dirigen el cotarro, mientras las masas abajo se afanan para ganar el sustento. Los individuos no son diferenciables, más allá de su indumentaria o la actividad que realizan, y así todo el énfasis recae en la estructura social.
Si el conflicto queda planteado con claridad, lo mismo ocurre con la solución que se propone: organización nacional e internacional de los trabajadores, huelga revolucionaria y ocupación de cuarteles y fábricas. Muchas láminas insisten en reivindicar una multitud que toma las riendas de su destino, pero otras muestras también que esta estrategia está sometida a una sangrienta represión y que en las pugnas electorales los nacionalsocialistas no dejan de ascender, apoyados por el capital. El horizonte sombrío que se adivina no es otro que la guerra, representada en un genial dibujo de 1931 como la máquina infernal que transforma a los hombres en soldados y alimenta con ellos cementerios.
Atento siempre a las luchas emancipadoras que se desarrollaban fuera de su país, en 1936 Arntz dedicó a nuestra guerra civil dos láminas en las que logró plasmar la esencia de los dos mundos enfrentados en ella. A la derecha, un ejército bien pertrechado por Alemania e Italia combate bajo la mirada de curas y señoritos ociosos al pie de un alto campanario. A la izquierda, hombres y mujeres, el pueblo en armas, tratan de organizarse para resistir la acometida mientras en la retaguardia los niños son alimentados e instruidos.
En una era de desastres en la que la representación fiel de la realidad era cuestionada desde todos los ángulos, Gerd Arntz fue capaz de crear un lenguaje original y captó las claves del proceso social en curso con precisión geométrica y potencia simbólica que nos siguen seduciendo hoy. Sus individuos exhiben formas sencillas, casi triviales, pero diluidos en la masa aciertan a transmitirnos el dolor y la esperanza de las tragedias colectivas de la historia.