Primera versión en Rebelión el 26 de junio de 2024
En los comienzos de los años 70, un grupo de jóvenes revolucionarios decidieron organizarse para apoyar las luchas obreras en la que se adivinaba fase terminal del régimen de Franco, proveyéndose de fondos mediante atracos a sucursales bancarias. Con este fin constituyeron el Movimiento Ibérico de Liberación, que durante varios años protagonizó actuaciones sonadas y sufrió intensamente la represión. El MIL, una historia política, de Sergi Rosés Cordovilla es el estudio más minucioso y riguroso que sobre este grupo se ha escrito nunca, en palabras de Jann-Marc Rouillan, que fue miembro de él, en su prólogo para la obra.
Un aspecto importante que se pone de manifiesto en este trabajo es el carácter genuinamente revolucionario del MIL, desmontando la leyenda tejida en torno a una convergencia con otras fuerzas antifranquistas con el objetivo de un simple “cambio de régimen”. El texto fue publicado por Alikornio (2002), y desde entonces han aparecido una traducción al francés (2007) y una reedición mexicana (2018), que introducen pequeñas correcciones, al igual que se ha hecho en la que reseñamos (Virus, 2024).
Los orígenes
Remontándose a la constitución del movimiento, Rouillan recuerda en su prólogo una reunión en enero de 1971 en Toulouse de revolucionarios con residencia a ambos lados de los Pirineos, de los cuales los mayores tenían veinte años. Desde el principio su objetivo consistió en simultanear la propaganda y difusión de textos con las acciones armadas, para las que disponían de metralletas inglesas que hicieron que pronto fueran conocidos como “la banda de las Sten”. Había entre ellos marxistas, y también ácratas que van a ser etiquetados como “anarcoguevaristas” por los libertarios más reacios al ilegalismo, y todos trataban de retomar “una historia herética escrita desde hace décadas contra las ortodoxias reformistas”.
Rosés pasa revista a los grupos diversos que en la estela del mayo del 68 planteaban en los años siguientes alternativas revolucionarias y se volcaron en una intensa actividad de publicación y organización. Constituido el MIL (o 1000), el primer folleto que aparece con su firma lleva por título Boycot elecciones sindicales. No a la legalidad burguesa, y es de marzo de 1971. Se argumenta en él que la participación en las anteriores votaciones, de 1966, sólo supuso la liquidación de la democracia interna en CC. OO. y su burocratización y control por parte del PCE. Se deja constancia además de que el folleto ha sido confeccionado “con el material que espectacularmente ‘socializó’ un comando del 1000”, y se incluye un esquema de la preparación de un cóctel molotov. El 1 de febrero se había realizado el primer atraco, frustrado y que terminó en un tiroteo sin víctimas, y hasta la detención del miembro del grupo Oriol Solé a finales de marzo, se protagonizaron un mínimo de dieciséis acciones, en las que se requisó dinero y material diverso (coches, libros, etc.).
Ésta era justo una época de efervescencia de las luchas obreras en Barcelona, con importantes huelgas en Harry Walker, La Maquinista y Cipalsa, y aunque el MIL trató de ser un grupo de apoyo para ellas, se constata que en la práctica existía cierta desconexión entre él y las organizaciones obreras.
Proyectos editoriales y agitación armada
Tras salir de la cárcel a finales de la primavera de 1972, Oriol Solé intenta promover un mayor énfasis en una perspectiva de liberación nacional que no es compartida por otros miembros y no va a influir en la estrategia, y propone además añadir Grupos Autónomos de Combate al nombre, con lo cual éste pasa a firmar como MIL-GAC. Se emprende por entonces la creación de una biblioteca de literatura marxista revolucionaria, en la que es especialmente interesante un Estudio económico de elaboración propia que analiza la situación española en el contexto internacional con el fin de establecer las opciones revolucionarias, y argumenta sobre el peligro que suponen en este sentido los sindicatos institucionalizados.
Se recuperaron en esta época las expropiaciones, cuyo fruto habría de servir para radicalizar las huelgas. El primer atraco se produjo el 1 de julio en Barcelona y siguieron otras quince acciones en Cataluña y Francia hasta marzo de 1973, con óptimas recaudaciones. Se planificaron también atentados y secuestros que no llegaron a materializarse. En el aspecto editorial, tras la “socialización” de maquinaria en Toulouse, se pudieron constituir al fin las Ediciones Mayo 37, que imprimieron entre otros folletos Los consejos obreros en Alemania, de Anton Pannekoek, o Entre la revolución y las trincheras, de Camilo Berneri, al que se añadió un interesante, y optimista, texto de elaboración propia: “Guerra de clases 1937, guerra de clases 1973”.
Las acciones armadas crearon una situación de crisis, sobre todo después de que en un atraco el 2 de marzo en Barcelona resultara herido un empleado del banco. En el aislamiento autoimpuesto a consecuencia de esto se van a incubar además diferencias cuando en abril parte del grupo (Rouillan y Jordi Solé) edite en Toulouse una revista: C.I.A. (Conspiración Internacional Anarquista), en la que se reivindica un carácter netamente ácrata, lo cual no satisfizo a otros miembros (Santi Soler, Pons y Puig Antich). Siguió una época de discusiones, y en el congreso que se realizó en agosto, cuando Oriol Solé que estaba encarcelado se reintegró, se decidió la autodisolución con el objetivo de que los dos proyectos, el editorial y las expropiaciones, pudieran progresar independientemente.
Respecto a la evolución posterior de los componentes del MIL, algunos continuaron la lucha armada. Es el caso de Jann-Marc Rouillan, que militó en los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista y Action Directe, y detenido en Francia en 1987 no consiguió la libertad condicional hasta 2012. Golpes policiales llevaron a otros miembros del MIL ya a prisión en septiembre de 1973. Entre ellos a Oriol Solé, que logró evadirse de la cárcel de Segovia junto a un grupo de presos de ETA en abril de 1976, aunque sólo para morir de un tiro de la Guardia Civil a las afueras de Burguete (Navarra), cuando trataba de llegar a la frontera francesa. Salvador Puig Antich fue detenido el 25 de septiembre de 1973 y ejecutado por garrote vil en marzo de 1974, tras ser condenado, en un juicio plagado de irregularidades, por haber causado la muerte de un policía durante su captura.
El significado del MIL
En un capítulo final, Rosés destaca la originalidad del MIL, no tanto por su recurso a acciones armadas, que es común en diferentes tendencias, sino por su ubicación ideológica a la izquierda de la tradición trotskista, haciendo suyas las concepciones consejistas de la revolución socialista. Se aprecian sin embargo respecto a este campo particularidades que se señalan, como el énfasis en los grupos de base que se coordinan para la acción, más allá de la necesidad de una “organización”, y el recurso a la violencia.
Cierra el volumen una entrevista realizada por Salvador López Arnal a Sergi Rosés en 2006, que subraya aspectos clave, como la definición más apropiada del MIL como grupo de ultraizquierda que como anarquista, su carácter de organización de apoyo a las luchas obreras y su neta diferencia con el resto de la oposición antifranquista, al ser revolucionarios anticapitalistas. Se repasan además las figuras de componentes cuyos perfiles se presentan hoy distorsionados en exceso. Es el caso de Salvador Puig Antich, de quien por encima de su realidad de revolucionario consciente trata de construirse a partir de su trágico final una imagen de “buen chico antifranquista” atrapado en un fregado contra su voluntad. Con Oriol Solé ocurre algo parecido, llegándose a intentar crear con él un “nuevo mito nacional catalán a partir de la distorsión de su personalidad política”. Se reivindica a Santi Soler como el teórico del grupo y se niegan a éste veleidades nacionalistas, aunque algunos integrantes defendieran estas posiciones.
A diferencia de trabajos anteriores sobre el MIL, que incidían sobre todo en los rasgos más “periodísticos” de su historia, el libro de Rosés, fiel a la promesa de su título, desentraña el ideario político y la estrategia revolucionaria de los sectores que convergieron en él, y muestra cómo estos aspectos resultaron determinantes tanto en su opción por una forma concreta de lucha armada como en la labor editorial que acometió. Queda claro también que las contradicciones existentes entre las diversas visiones fueron decisivas a la hora de la disolución.
El MIL, una historia política nos acerca con minucioso rigor a un episodio de lucha en el tardofranquismo cuyos protagonistas, con sus defectos e ingenuidades, fueron capaces de plantear un horizonte ambicioso mientras casi todos claudicaban y trataron de usar la violencia expropiadora como medio de apoyo para las movilizaciones de la clase obrera.