Primera versión en Rebelión el 19 de septiembre de 2024
Raúl Zibechi (Montevideo, 1952) es sin duda uno de los pensadores más lúcidos y activos entre los que hoy tratan de abrir caminos de progreso social en nuestra América. En su amplia obra ha enfatizado la necesidad de movimientos democráticos y bien organizados, pero fieles a las raíces culturales de las gentes que a través de ellos persiguen su emancipación, lo que lo ha llevado recientemente a escoger el término “pueblos en movimiento” para los sujetos de estos procesos. El volumen que acaba de publicar Zambra/Baladre presenta una recopilación de artículos y capítulos en libros en colaboración, que reivindican el pensamiento desde abajo como fórmula capaz de construir una alternativa al capitalismo, fiel a la vida y la cultura de los pueblos originarios. La pujanza de esta estrategia se demuestra con ejemplos concretos de territorios en lucha, del Kurdistán al área zapatista mexicana o la de los nasa colombianos.
En una entrevista recogida en el libro, Zibechi recuerda momentos decisivos de su vida, como su exilio en España en los años 70, cuando tomó contacto con el movimiento feminista y comenzó a cuestionar el marxismo-leninismo que había orientado hasta entonces su pensamiento. Después, en los 90, convivir con las comunidades zapatistas le hizo descubrir una opción real de transformación social a partir de las premisas que allí se daban. Por último, en 2013, la crisis del progresismo, con las movilizaciones en Brasil contra el gobierno de Dilma Rousseff, sirvió para confirmar la emergencia de sujetos “de más abajo”, excluidos hasta hace poco de las luchas políticas, y el eclipse como protagonista del intelectual blanco nutrido de ciencia académica.
Pueblos en movimiento: protagonistas en la defensa del territorio
Tras el fracaso de las experiencias emancipadoras del siglo XX, Zibechi propone la necesidad de un cambio conceptual en el discurso que las guio, con sus líderes carismáticos y sus partidos escasamente democráticos empeñados en batallas políticas por la conquista del poder estatal. Así, siguiendo a Benjamin y a Castoriadis, plantea romper con la certeza marxista de que el proletariado nada a favor de la corriente y con la tendencia innata a encomendar la lucha a la potencia salvífica de los líderes. Otra dificultad a superar es la mentalidad “resultadista” de la izquierda, que elude el conflicto inevitable con las élites económicas y está dispuesta a cualquier truco electoralista y a vaciarse ideológicamente con tal de llegar a un poder que no es tal. En América Latina hay que tener en cuenta además que las sociedades son muchas veces complejas en su diversidad, lo que exige políticas escrupulosamente respetuosas de las particularidades, con énfasis en autonomía y autogobierno como vectores del proceso.
¿Cómo se materializa la descolonización? Un ejemplo valioso lo aporta el análisis del concepto de “trabajo” entre los zapatistas, que alumbra realidades más allá de la economía política clásica y el trabajo asalariado. Según explica el subcomandante Moisés en un artículo de 2015, existe un “trabajo colectivo”, que las asambleas acuerdan para determinados días, y otro destinado a la parcela familiar. La comunidad escoge a los que realizan tareas para ella, y los compensa laborando sus cultivos. De esta forma, los trabajos colectivos tienden a sustituir el dinero en las relaciones sociales y además cuando se vende la cosecha común, es la asamblea la que decide el uso de las ganancias. No existe propiedad privada sobre la tierra ni ningún medio de producción y se ha organizado una sociedad en la que los intercambios pecuniarios son mínimos. Se describen dinámicas similares en otras regiones de México que ponen en evidencia un modelo enraizado en culturas ancestrales y al tiempo eficaz ante los retos del presente.
Otro ejemplo de descolonización lo tenemos en el Kurdistán sirio (Rojava), territorio donde hay que destacar la incorporación de las mujeres, secularmente marginadas, a todos los frentes de trabajo y decisión, incluida la milicia. Aquí fue esencial el impulso ideológico de Abdullah Öcalan, que aparte de la igualdad de género enfatiza también la crítica del economicismo y siguiendo a Fernand Braudel insiste en la importancia de las relaciones de poder en el capitalismo y los Estados a su servicio. Otra referencia en el aspecto teórico es el boliviano Luis Tapia Mealla, que con su análisis del “colonialismo interno” desenmascara los nuevos rostros de la explotación de los pueblos, basada en el extractivismo. En su opinión sin embargo hay elementos de esperanza, pues el colonialismo preservó el nivel político micro, y esto hace posible la articulación sobre él de las formas sociales que se persiguen, sustituyendo las estructuras macro, funcionales al expolio, por otras de autogobierno.
La ofensiva colonial que cambió el mundo expandió un pensamiento social al tiempo que edificaba nuevas estructuras de explotación. De esta forma, los intentos emancipadores que surgen quedan marcados por la ideología de poder que se ha impuesto, y no hacen más que reproducir la dominación. Por todo el continente se hallan “revolucionarios” que conquistaron el Estado solamente para acabar creando nuevas estructuras opresivas. En esta situación aparentemente sin salida, en muy diversos lugares se demuestra que sociedades autónomas basadas en formas de vida ancestrales son capaces de ofrecer alternativas al capital y sus dinámicas.
De América Latina a Rojava encontramos ejemplos además de cómo estas colectividades se organizan eficazmente para la autodefensa. Las experiencias estudiadas en un capítulo muestran que las comunidades desafían con éxito de este modo la violencia estatal y de las mafias, que se ensaña con los más vulnerables. Se describe incluso un caso, en Guerrero (sur de México), en el que al ver que los delincuentes detenidos, tras ser entregados a las autoridades eran liberados a las pocas horas, se decidió implementar una “justicia comunitaria”, usando como castigos trabajos que persiguen la reeducación.
Otros escenarios de lucha
A las regiones donde la movilización es mejor conocida, como Chiapas o Rojava, hay que añadir otras en las que no lo es tanto pero ha desarrollado ya estrategias llenas de enseñanzas. En el Cauca colombiano, los pueblos nasa, misak y kokonuko, entre otros, durante la pandemia de covid 19 se protegieron con métodos de medicina tradicional, al tiempo que dinamizaban su economía intensificando y diversificando cultivos y obteniendo por intercambio productos sanitarios de indígenas urbanos. Simultáneamente, se crearon autodefensas que vigilaban los accesos a su territorio. En la actualidad, en esta amplia zona, que agrupa ciento quince cabildos, hallamos una economía con empresas y tiendas comunitarias y muy diversos proyectos administrados colectivamente, aunque coexistiendo con iniciativas familiares. Hay que decir que la producción de truchas abastece a toda la región y los beneficios se socializan en proyectos para los más desfavorecidos. En la dinámica creada en el Cauca, el trueque se ha convertido en un instrumento para mejorar la vida, pero las ferias que se destinan a estos fines son también para compartir arte y saberes y modelar una existencia ajena a la acumulación capitalista.
No faltan experiencias interesantes tampoco en Venezuela. En el noroeste del país funciona Cecosesola, una red de comunidades que se extiende por cinco estados con proyectos agrícolas y ganaderas, de pequeña industria, servicios de salud, etc. La organización agrupa a veinte mil personas en sesenta cooperativas de base, dotadas de una estructura democrática y autogestionada en la que no se escatima tiempo para que las medidas se adopten con el mayor consenso posible. Cecosesola se constituyó sin ningún apoyo del Estado ni de empresas privadas.
En muchas de estas luchas resulta esencial la recuperación de la tierra, acaparada por latifundistas. En este sentido ha sido decisivo el ejemplo del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) brasileiro, cuyas formas de actuación, corajudas y exquisitamente democráticas, se repasan en el libro. Aquí también es destacable la red de cooperativas y asociaciones creadas para producir, comercializar y prestar servicios diversos a las comunidades. En las campañas del MST, al igual que en las de otros movimientos hermanos a través del continente, la alfabetización y educación se realizan con una pedagogía propia, diferente a la estatal, con énfasis en la estructura social y la práctica de los saberes.
Ya en el siglo XIX, la fracción antiautoritaria de la Internacional veía clara la inanidad de la “lucha política” que el otro sector proponía como estrategia para superar el capitalismo. Mucho tiempo después, la experiencia no ha hecho más que demostrar que los partidos de corte clásico que se dicen transformadores, aunque pueden llegar a posiciones de gobierno, son absolutamente incapaces de generar desde él avances sólidos hacia una sociedad sin explotación. Es el momento entonces de buscar nuevas vías y lo que Raúl Zibechi nos ofrece en Mundos otros y pueblos en movimiento es una luminosa colección de ejemplos en regiones diversas que muestran en detalle lo que sujetos emergentes, excluidos del sistema, han conseguido ya.
El eurocentrismo hará que nos cueste reconocerlo, pero las alternativas reales que existen actualmente para ir más allá del desastre capitalista, las encontramos en periferias de Latinoamérica y Asia donde “pueblos en movimiento”, comunidades celosas de su autonomía, están siendo capaces de poner a punto sus saberes tradicionales y solidarios para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo.