Primera versión en Rebelión el 11 de junio de 2021
La conmemoración del sesquicentenario de la Comuna de París ha servido para que vean la luz un buen número de títulos dedicados a aquel primer gran combate de la conciencia obrera. La linterna sorda ha querido contribuir a estas celebraciones, fiel a su ideario anarquista y feminista, con un volumen en el que Ana Muiña nos aproxima a la figura de André Léo (1824-1900), escritora y activista comprometida con todas las luchas emancipadoras del tiempo que le tocó vivir y protagonista de las jornadas parisinas. El libro trae también un amplio epílogo: “André Léo siempre decía lo que pensaba”, de Luis M. Sáenz, y dos emblemáticos textos de nuestra comunera inéditos en castellano, con traducciones de Muiña y Sáenz. En la reseña publicada recientemente en Rebelión de otra obra fundamental de Léo: La guerra social (Virus, 2016), se resume su apasionante biografía.
El fermento del socialismo utópico
Ana Muiña nos acerca a la trayectoria de una intelectual que destacó por su producción novelística, pero también por los artículos y ensayos en los que defendió brillantemente los ideales de la liberación humana y los derechos de las mujeres. Los capítulos iniciales repasan el contexto histórico que vivió André Léo, y retratan una época en la que se gestaban las primeras respuestas contra la miseria extrema que engendraba el capitalismo.
En estas décadas iniciales del siglo XIX, los que serán menospreciados como “socialistas utópicos” aportan “una riqueza de pensamiento y propuestas prácticas”, según Muiña, que anticipa lo mejor del ideario emancipador. Se recuerdan las contribuciones de Henry de Saint-Simon y su revuelta contra la explotación, de profundo sesgo feminista; de Charles Fourier y sus falansterios; de Flora Tristán, primera en defender el “¡Proletarios del mundo, uníos!”; de Robert Owen, socialista y pionero de las cooperativas; y de Étienne Cabet, que identificaba democracia con comunismo. Pierre-Joseph Proudhon, por su parte, realizó una acerada crítica del capitalismo imperante, aunque se le reprochó su oposición a los derechos plenos para las mujeres.
Ana Muiña pasa revista a las publicaciones periódicas que fueron esenciales para la difusión de estas ideas. Entre ellas destaca La Revue Sociale, que apareció entre 1845 y 1850 dirigida por el erudito y filósofo Pierre Leroux, y congregó en sus páginas a lo más granado del pensamiento transformador. Este intelectual impulsó también un famoso falansterio en Boussac (Nouvelle-Aquitaine), cuyos miembros, que llegaron a ser unos 80, vivían en armonía igualitaria, cultivaban la tierra y editaban sus propios textos.
Es en La Revue Sociale donde André Léo realiza sus primeras contribuciones periodísticas en 1850, y en el ambiente masónico y librepensador que rodeaba la revista, conoce a Grégoire Champseix (1817-1863), escritor socialista que se convierte en su pareja. Como él era perseguido por delitos de opinión, juntos se exilian en Suiza hasta la amnistía de 1860. En toda esta época, nuestra autora publica varias novelas con gran éxito, así como artículos de prensa. En 1868 ingresa en la Internacional, dentro de la cual colabora con el sector bakuninista. Participa estos años además en la fundación de diversas sociedades para la emancipación de las mujeres.
La Comuna de París y los últimos años
En el duro invierno de 1871, con los prusianos a las puertas de París, André Léo es de las más activas organizando comedores populares y asambleas de barrio para socorrer a heridos e indigentes, pero también tratando de llevar el descontento a una vía revolucionaria. Y en marzo son las mujeres sobre todo las que consiguen que la ciudad se levante y el gobierno huya a Versalles; París pasa a ser una municipalidad autogestionada y republicana, una comuna. El 31 de marzo, nuestra protagonista funda con otras compañeras un nuevo diario, La Sociale (alusión a la revolución social), que se une a otros que ya existen, como Le Cri du Peuple o La Commune, para discutir temas candentes de la vida que se está forjando.
Muiña repasa el papel de las comuneras en la batalla que pronto se desencadena: ambulancieras, camilleras y enfermeras, cocineras y cantineras, pero también combatientes. Las ilustraciones de la época que acompañan el texto nos acercan a la vida durante las jornadas decisivas de la primera sublevación proletaria. El 21 de mayo, los versalleses están en el casco urbano de la capital y las mujeres son esenciales en la lucha guerrillera que sigue. Cuando todo termina, la brutal represión se ceba también con ellas.
André Léo sobrevive escondida en casa de una amiga hasta que logra pasar a Suiza. Vive después en Italia, y hacia 1890 se establece de nuevo en Francia. En 1899, un año antes de su fallecimiento, publica el que se considera su testamento ideológico: Cortemos el cable, un opúsculo contra los dogmas religiosos y la influencia del clero en los asuntos políticos. Este texto se ha incluido en este volumen, al igual que “La joven y el pájaro”, un precioso poema en prosa de 1850 con un mensaje de despertar de la conciencia y liberación a través del amor.
Una constructora del futuro
Tanto Ana Muiña como Luis M. Sáenz en su epílogo resaltan las ideas fuerza del pensamiento de André Léo, una intelectual que se rebela contra la vulneración de derechos que cotidianamente ve sufrir a la mitad de la humanidad. Son muchos los artículos y ensayos en los que reivindica la emancipación de la mujer, y su acceso al voto, a la educación y a los mismos trabajos que los hombres en igualdad de condiciones con ellos. Hay que señalar también su esfuerzo por ganar al campesinado para la causa revolucionaria, y su convencimiento de que la transformación social sólo vendrá de la pedagogía y el aprendizaje a todos los niveles.
Socialista y colectivista, Léo ve en la riqueza un privilegio y una inmoralidad, y no se le escapa el carácter perverso del capital; opta por ello por una propiedad asociativa y cooperativa. No tiene clara, sin embargo, la forma de articular el nuevo orden social, y advierte contra las respuestas apresuradas que aniquilen la iniciativa individual; libertad e igualdad son para ella dos caras de la misma moneda. Su ideal político es el “Estado de las comunas federadas”, basado en la democracia directa, sin una burocracia creadora de jerarquía; lo que defenderá años después Cornelius Castoriadis.
André Léo es una contemporánea nuestra, porque nos ilumina con su pensamiento. ¿Por qué, entonces, a pesar de su lucidez y valentía, su figura es tan poco conocida? La razón podría estar en que fue siempre fiel a sí misma y se mostró incapaz de transigir con los errores y dogmatismos que veía a su alrededor. Hoy sabemos que fueron éstos precisamente los que hicieron fracasar la revolución en el siglo que comenzaba cuando ella se fue. Por todo ello, en este tiempo nuestro de todos los desengaños, ahondar en su lección resulta imprescindible.
Es de agradecer el trabajo de La linterna sorda con André Léo. Del socialismo utópico a la Comuna de París, justo homenaje al pensamiento y la trayectoria vital de una mujer adelantada a su tiempo y constructora del nuestro. Hay que decir, además, que la gran cantidad de fotografías de los protagonistas, periódicos y documentos que enriquecen el volumen hablan directamente al corazón, y nos devuelven todo el coraje de unas luchas que es necesario recordar porque son las mismas de hoy.