Primera versión en Rebelión el 30 de octubre de 2019
En sus palabras liminares para esta edición del Cuaderno rojo de la guerra de España (Virus), la traductora, Núria Pujol, y Xavier Theros nos acercan a las biografías de sus autores, Mary Low y Juan Breá, así como a la historia del libro, un conjunto de dieciocho crónicas en las que los dos jóvenes luchadores antifascistas describen sus experiencias de los primeros meses de la Revolución española. La edición original inglesa vio la luz en Londres en 1937 con un prólogo del historiador Cyril L. R. James, y en Cuba apareció en 1943 una traducción al castellano con presentación de Benjamín Péret. Sorprendentemente, ésta que reseñamos es la primera versión completa del libro que se publica en España.
Mary Stanley Low nació en 1912 en Londres en una familia australiana acomodada. Atraída desde muy joven por la poesía y la antigüedad clásica, con dieciocho años se independiza y se instala en París, donde frecuenta a los surrealistas. Allí conoce en 1933 a Juan Ramón Breá Landestoy, también de ascendencia burguesa e interesado en la literatura de vanguardia, un cubano nacido en Santiago en 1905, de militancia trotskista y que se había destacado ya en la lucha contra la dictadura de Machado, y padecido cárceles y exilios. Pronto se convierten en pareja y viajan juntos por Europa, y cuando en el verano de 1936 llegan de España noticias del proceso revolucionario que arranca, no se lo piensan dos veces y acuden a arrimar el hombro.
Instalados en Barcelona en agosto de 1936, Juan se alista en la columna Lenin y escribe crónicas para la prensa trotskista que formarán parte del Cuaderno rojo de la guerra de España, mientras Mary edita Spanish Revolution, el boletín en inglés del POUM. A finales de año, al cubano lo alcanza la persecución de que comienzan a ser objeto los trotskistas en la España republicana, y en febrero de 1937 la pareja abandona el país. Viven después en París, Londres y Praga, se casan en septiembre de 1937 y publican su libro, pero cuando todo arde deciden cruzar el charco y establecerse en La Habana. Juan Breá muere de tétanos en 1941, y Mary Low, tras superar un intento de suicidio, sigue en Cuba hasta que en 1964, crítica con la deriva de la revolución, opta por rehacer su vida en los Estados Unidos. En Miami se empleó como profesora de historia y latín y falleció en 2007.
Los cinco primeros capítulos, escritos por Mary Low, describen el viaje de París a Barcelona en un tren en el que presenciamos el encuentro de los que acaban de dejarlo todo y van ilusionados a vivir la revolución, con combatientes que regresan al frente y les miran con ternura y tristeza. La capital catalana es el bullicio de un nuevo orden, el sueño hecho realidad de una ciudad sin mendigos, con empresas y edificios requisados por las organizaciones proletarias. Nuestra pareja vive en la sede del POUM y Mary lucha por la revolución con un tableteo de máquina de escribir, pero también hay tiempo para conocer los memorables cafés donde ahora están prohibidas las propinas, y asistir a mítines en los que vibra la oratoria de Jordi Arquer y Andreu Nin, entre otros. En todas partes imperan la camaradería, el buen humor y el optimismo.
Los capítulos VI al VIII son de Juan Breá, y narran el adiestramiento de la columna Lenin del POUM, al mando del napolitano Russo, y el viaje en tren hasta Barbastro entre muestras de entusiasmo de la población. Cerca de Alcalá del Obispo, con Huesca en el horizonte y coro de ametralladoras y cañones, se convierten en fuerzas de emergencia en la retaguardia del frente. En Tierz, Mary y Juan reciben su bautismo de fuego y unas horas después presencian el fusilamiento de un oficial franquista hecho prisionero; a los soldados apresados con él se les da la oportunidad de unirse a las milicias.
Mary Low nos describe a continuación (capítulos IX y X), tras su regreso a Barcelona, el entierro de un compañero del POUM caído en Aragón, y la persecución y detención de un coche con facciosos que tratan de escapar de la ciudad abriéndose paso a tiros. En octubre, cuando se disuelve el Comité de Milicias, menguan las expectativas revolucionarias, mientras el POUM entra en el gobierno de la Generalitat sólo como un rehén del que pronto van a deshacerse. Un viaje a Madrid ese mismo mes sirve a Breá (capítulos XI al XIII) para retratarnos la que sigue siendo la capital de una república burguesa, una ciudad en guerra en la que el partido, más pujante de lo que imaginaba, organiza una columna con campesinos extremeños supervivientes del desastre y dispuestos a todo. Visita luego Toledo, que ofrece un aspecto extraño, sin sacerdotes ni soldados profesionales, y también Sigüenza, donde conoce a Mika Etchebéhère.
En sus últimos capítulos (XIV al XVII), Mary Low nos acerca a la Barcelona que en el otoño de 1936 ve decaer la esperanza tras el fracaso en Baleares y el estancamiento en Aragón. Nos describe además los esfuerzos organizativos de las mujeres que conquistan sus derechos, con avances notables en enseñanza, matrimonio y divorcio. Sin embargo, éste es el momento del desquite de la burguesía, como puede comprobar nuestra protagonista en una visita a la Generalitat. En los elegantes despachos en los que la burocracia crece rampante, maldice asqueada a los anarquistas “por no haber aplastado el poder burgués cuando tuvieron ocasión.” Por esas fechas, la forzada militarización de las milicias es rechazada por muchos revolucionarios, que creen en formas de aumentar la eficacia combativa sin un regreso del viejo orden.
Mary trabaja luego en la consejería de Propaganda, donde “camarada” es reliquia del pasado e impera el “usted”. Tras la muerte de Durruti en Madrid, se presiente un final doloroso; la ciudad se prepara para los bombardeos, mientras arrecian las calumnias estalinistas contra el POUM y Breá es detenido. Con esta coyuntura adversa, en unas semanas deciden abandonar el país, lo cual significa para ellos renunciar de momento a la utopía. El libro concluye con unas reflexiones del cubano sobre lo ocurrido en España: las luces de una revolución popular que asombra al mundo, y la crónica de su fracaso ante su propia indecisión y el abrazo de oso de la burguesía y sus aliados.
Los primeros compases del Cuaderno rojo de la guerra de España nos sorprenden con su canto de camaradería y esperanza en un momento en que la construcción de un mundo nuevo parecía al alcance de la mano, y ello a pesar de unas potencias fascistas volcadas en la ayuda a Franco, y una burguesía siempre acechante, y una terca historia de desunión y luchas entre las facciones obreras. Camaradería y esperanza en las calles y los frentes, y Barcelona como una ciudad en la que la “época burguesa” se percibía tan lejana como la “era romana”, aunque Madrid siguiera siendo “la república de los Ortega y Gasset y cía”.
Sin embargo, según avanzamos en el libro asistimos a un cambio decisivo cuando la utopía se ahoga en los reveses militares y su penoso tributo de sangre, al tiempo que la burguesía y los estalinistas contraatacan. Es la hora del resurgir de las banderas catalanas y el comienzo del fin. La sagrada propiedad regresa por sus fueros y los políticos se ponen a su servicio mientras los revolucionarios, coaccionados por la maldita coyuntura y con sus líderes captados por el poder, terminarán renunciando a todo tras dar la última batalla en mayo de 1937.
Son las contradicciones y avatares de una lucha que devoró todo a su paso y que es necesario escudriñar porque esconden las claves del presente. Cuaderno rojo de la guerra de España nos trae el testimonio de unos jóvenes peregrinos de la revolución que se acercaron para aportar su esfuerzo en un combate que a todos incumbía, dispuestos a dar la vida por su ideal. Sus crónicas reviven el fulgor de unos meses en los que la realidad cotidiana era un sueño ypor las noches “solía pasar que nos olvidáramos por completo de dormir”.