Primera versión en Rebelión el 10 de enero de 2015
El periodista checo Ludwig Winder (1889-1946) es autor de varias novelas, algunas de ellas publicadas póstumamente, en las que describe sobre todo los cambios sociales que trae la caída del imperio austriaco, y la fragilidad del periodo de entreguerras. Censurado y perseguido con el ascenso del nazismo, parte al exilio en junio de 1939, poco después de la ocupación de su país. El deber, que acaba de aparecer en castellano (Periférica, trad. de Richard Gross) es una obra escrita en 1943 que nos presenta la historia de un rutinario y pacífico oficinista que pasa progresivamente a involucrarse en la lucha contra los invasores alemanes hasta sacrificar en ello su vida.
La novela echa a andar el 15 de marzo de 1939, el mismo día que los blindados alemanes entran en Praga. Josef Rada, un eficiente funcionario del Ministerio de Transportes checo, jamás pensó que tal cosa pudiera llegar a ocurrir. Esa tarde, en casa con Edmund, su hijo estudiante de medicina y Marie, su mujer, trata de mantener la serenidad y transmitírsela a ellos, pero comprende que todo ha caído en un abismo de incertidumbre. Personaje esencial de la trama es también el consejero ministerial Miroslav Fobich, que fue compañero de instituto de Rada. Este en una ocasión le salvó la vida cuando estaba a punto de ahogarse en el Moldava y eso ha hecho que Fobich le profese honda estima y lo ayude en lo que puede. Rada repulsa ahora la actitud de su amigo, que colabora con los alemanes desde su alta responsabilidad. Su único objetivo es vivir discretamente “para preservarse a sí mismo y a su familia de la desgracia.”
Tras la invasión de Polonia, Rada es convocado por Fobich, que ha pasado a ser máximo responsable del tráfico ferroviario que se dirige al este. Le propone un ascenso, un puesto de confianza en su sección, pero Rada se opone; no quiere comprometerse con un traidor y dejar un nombre sucio a su hijo. Sin embargo, Havelka, un compañero de oficina que le ha confesado que milita en un grupo de resistencia, tras consultar con Novák, su jefe en él, le aconseja que acepte. Piensan que podrá serles útil, aunque Rada no está muy convencido de tener el coraje necesario. Rada es invitado a cenar a casa de Fobich, que se sincera con él, presentándose como un “realista” que busca lo mejor para su país, ya que desafiar a Alemania sería suicida. También le confiesa que lo ha escogido como su colaborador porque lo considera incapaz de traicionarle.
En su nuevo puesto, Rada elabora horarios para los trenes que parten hacia el frente polaco. El miedo a perjudicar a los suyos le impide comprometerse con la lucha de la resistencia, pero los acontecimientos se precipitan cuando el 17 de noviembre comienza una salvaje represión de los estudiantes, que habían realizado protestas contra los nazis. Edmund es detenido y no se sabe a dónde ha ido a parar. Tras unos días angustiosos temiendo lo peor, averigua a través de Havelka que ha sido trasladado a Dachau. Reciben cartas de él, pero a partir de diciembre estas se interrumpen. Así pasan muchos meses.
A finales de la primavera de 1941, cambian todos los horarios y gran cantidad de pertrechos y soldados son enviados hacia el este. No se comprende la razón hasta que en junio se produce la invasión de la URSS. El pueblo checo se regocija pues cree que ese ha sido un grave error. Se intensifican los sabotajes y Hitler nombra a Heydrich, general de las SS, gobernador de Chequia en sustitución del barón Neurath. Las ejecuciones se vuelven habituales. Poco después, Fobich, abrumado por la nueva situación, pide a Rada que se convierta en su colaborador más próximo, con ello, en sus manos convergería toda la información de los transportes de armas y tropas. Rada acepta. Encantado, Fobich se ofrece a tratar de hacer algo por Edmund.
Durante meses, Rada se había reprimido en su deseo de provocar sabotajes por el miedo a comprometer con ello a los suyos, pero tras la llegada de Heydrich y su violencia salvaje, siente la voz de Edmund que le pide insistente que cumpla con su deber. Esto produce una revolución en su espíritu. Decide pasar a Havelka una valiosa información, pero se entera de que ha sido detenido. Pronto sabrá que ha sido fusilado junto a toda su familia. Rada localiza a Novák y le entrega los documentos, pero además se compromete a suministrarle información sobre convoyes que se dirijan al frente. Para ello memoriza un gran número de lugares de los diferentes recorridos donde existen fuerzas de los partisanos y es posible llevar a cabo atentados. Él comunicará a distintos enlaces los momentos en que los trenes pasarán por esos puntos. Esos días confiesa a Marie que trabaja para la resistencia y le ruega que huya pues su vida corre peligro, pero ella se niega.
Pronto Rada tiene ocasión de dar información detallada sobre un importante convoy de municiones. El tiempo disponible es muy escaso, pero tras una tarde angustiosa llega la noticia de que el descarrilamiento se ha consumado. No sospechan de él y prosigue en su puesto, parsimonioso pero eficaz. De esta forma, los atentados continúan hasta la primavera de 1942. Fobich no pierde, a pesar de todo, la confianza de Heydrich, que es ejecutado el 27 de mayo por luchadores por la libertad checos. Tras la represalia en la que los habitantes del pueblo de Lídice son exterminados, Rada cambia de actitud, y si hasta entonces había concentrado sus informaciones en convoyes de armamento, ahora irá directamente contra los militares alemanes. Así, en breve sus filtraciones permiten un atentado en el que un tren cargado de soldados colisiona con otro de mercancías. Cuando días después acude a casa de Musil para pasarle datos que harán posible un nuevo golpe, es arrestado.
Fobich está en la cuerda floja. El gobernador nazi, Daluege, le ha dado un ultimátum; su cabeza peligra si se produce otro atentado. Sabe lo incierto de su posición y acaricia planes de huida, buscando excusas afanosamente, pero una tarde es convocado a la cancillería y allí le informan de las actividades de Rada, siendo detenido inmediatamente como cómplice por negligencia. El libro concluye con el fusilamiento de Fobich, Musil y Rada, al que además obligan a presenciar el de su mujer.
Esta historia se intercala con la de Jarmila, una compañera de estudios y amiga de Edmund, que tras una temporada en un campo de concentración, es forzada a trabajar, primero en una granja y luego en una fábrica de componentes aeronáuticos. En ambos lugares se esfuerza en realizar sabotajes, pero lo que era factible en la granja, resulta imposible en la fábrica. Sin embargo, cuando comienza el montaje de un nuevo modelo de avión, Jarmila y Steffi, una alemana de la que se ha hecho amiga, se presentan voluntarias para trabajar en las oficinas, y allí Steffi se las arregla, ocultando información que le dan por teléfono y sustrayendo una carta, para retrasar dos meses la interrupción de la construcción del nuevo avión, que había salido defectuoso. Además, el suicidio posterior del director de la fábrica hizo que la investigación para descubrir al responsable del sabotaje no alcanzara ningún resultado.
Lo más destacable del libro es sin duda el acercamiento a la evolución psicológica de su principal protagonista, Josef Rada. Un funcionario intachable, volcado en su trabajo y su familia, es situado de repente en unas condiciones históricas en las que un poder arbitrario subvierte todas las leyes de la convivencia humana. Su reacción inicial es de prudencia, ya que rebelarse supondría no sólo arriesgar su vida, sino también comprometer a los suyos, que han sido siempre su supremo valor, pero Josef Rada va a comprender contemplando la violencia desatada a su alrededor que sólo en la lucha contra ella podrá encontrar un sentido para su existencia y un estímulo sin el cual esta no merece ser vivida.