Primera versión en Rebelión el 8 de marzo de 2023

André Malraux destacó como escritor y hombre de acción, y fue protagonista en escenarios decisivos del siglo XX, al tiempo que trataba de explorarlos por medio de novelas. Ya en su madurez, en 1965, el que era bien conocido como narrador asumió un nuevo reto al decidir usar sus recuerdos como base de su literatura. La primera edición de sus Antimemorias, publicada dos años después, reúne textos escritos al efecto con fragmentos, en ocasiones reelaborados, de sus novelas anteriores. Las versiones sucesivas van a ir modificando este original e incorporando nuevo material, pero sin que llegaran a aparecer los cuatro tomos previstos en un principio, debido al fallecimiento de Malraux. La obra definitiva se titula en castellano El espejo del limbo, y ha sido editada en 2022 en dos volúmenes por Debolsillo con traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego y prólogos de Ignacio Echevarría.

A través del torbellino del siglo XX

André Malraux nació en París en 1901 en una familia de la pequeña burguesía y aunque no completó estudios universitarios, se instruyó de forma autodidacta e hizo suyo en seguida el mundo de la literatura y el arte de vanguardia. Tras sufrir reveses económicos, en 1923 embarca para Oriente con la intención de robar y traer a Francia relieves de la cultura jemer camboyana. Descubierto y detenido por las autoridades coloniales, no llegará a cumplir la condena que se le impone, e instalado en Saigón se dedica al periodismo, al tiempo que va desarrollando una conciencia crítica de los excesos sufridos por la población indígena.

Tras su regreso a Europa en 1926, Malraux publica novelas y ensayos, edita clásicos antiguos y modernos y organiza exposiciones, además de viajar por medio mundo. No abandona su interés por la evolución de los acontecimientos en el Extremo Oriente, y la masacre de Shanghái en 1927, un brutal episodio de represión de los comunistas por parte de los nacionalistas del Kuomintang, le sirve de marco para una de sus novelas más famosas, La condición humana, de 1933, que recibe el premio Goncourt. Ese mismo año, el ascenso de Hitler al poder lo lleva a hacer campaña contra el nazismo.

En 1936, con el comienzo de la guerra en España, Malraux se pone al servicio del gobierno republicano y se vuelca en la organización de una fuerza aérea para él, empeño que se materializa en la Escuadrilla España, que llega a tener ciento treinta miembros y realiza veintitrés misiones de combate hasta su disolución en 1937. Después de esto Malraux, tomando como base su novela La esperanza (1937), dirige la película Sierra de Teruel, que no pudo estrenarse hasta 1945.

Durante la II Guerra Mundial, Malraux participa en la resistencia francesa, y concluida la contienda une su destino político al del general de Gaulle, con quien desempeña diversos ministerios, entre ellos el de Cultura entre 1959 y 1969, mientras sigue publicando novelas y ensayos. En la revuelta de mayo de 1968, el rebelde de antaño arremete contra el “nihilismo” de los estudiantes, lo que no impide que en sus textos de estos años se declare un rendido admirador de Mao y su obra. André Malraux falleció en 1976 y sus cenizas reposan en el Panteón de París, bajo la gran inscripción: Aux grands hommes la patrie reconnaissante”.

Antimemorias

Habida cuenta de la historia que acabo de sintetizar, pocos se resistirán a emprender la lectura de una “autobiografía” de tal personaje, pero me parece obligado de entrada moderar este interés. La razón es que lo que se narra en los libros reseñados de poco va a servir para escudriñar la trayectoria real de André Malraux, sus experiencias y los impulsos que motivaron sus vaivenes, siempre tortuosos y sorprendentes. Lo que en ellos encontramos es más bien otra cosa.

El primer volumen viene con el título de Antimemorias y se divide en cinco fragmentos. Este nombre es sin duda una buena definición, pues el contenido discurre ajeno a la inquietud histórica o biográfica que se podría suponer en un texto autobiográfico y carece de un patrón estructural coherente. En las antípodas de esto, lo que el autor nos ofrece es un cúmulo de vivencias y reflexiones inconexas que él considera relevantes en la formación de su personalidad y que van oscilando en una línea temporal cíclica. Con estas premisas ha sido inevitable que entre los lectores de la obra, algunos tan cualificados como Mario Vargas Llosa o Marguerite Yourcenar, haya dominado una sensación de frustración ante ella. Y esto no tanto por lo que el texto nos aporta, como por lo que se echa en falta en él.

Aumenta el desencanto la amalgama que se hace de personajes de ficción y reales, y las licencias que el autor se permite con estos últimos, aparte de las situaciones enteramente inventadas que describe. La superposición de planos de momentos históricos diversos resulta también trabajosa para el lector. Debido a todo esto, viabilizar un acercamiento coherente a la obra hubiera requerido una edición con un aparato de notas que fácilmente superaría la extensión del texto original. De todas formas, la opción que se nos ofrece es clara: “Léanlo ustedes como una novela.” Eso está bien, pero hay que decir que, incluso así nadie nos libra de necesitar las notas, y además, con alguien como Malraux, la verdad es que ya tenemos muchas novelas suyas y lo que echábamos en falta eran unas auténticas memorias.

El segundo volumen, titulado La soga y los ratones, incide en esto mismo, con la peculiaridad de que en este caso se trata de la reunión de cuatro libros que fueron publicados independientemente con anterioridad y que se encuentran redistribuidos en seis capítulos. Aquí el hilo temporal se difumina aún más que en la primera parte, y de nuevo lo que se prodigan son recuerdos deslavazados y conversaciones más o menos imaginadas que sirven al autor para transmitirnos sus siempre interesantes y originales opiniones.

Concluida la lectura de El espejo del limbo, los que resistan hasta el final se sentirán frustrados por la desperdiciada ocasión de conocer las experiencias cruciales que marcaron la biografía de André Malraux. Lamentablemente, los dos libros que componen la voluminosa entrega apenas nos permiten atisbar las claves de una trayectoria fascinante, plena de humanismo y compromiso en sus primeros años y arrumbada luego a la estela de la France éternelle.