Primera versión en Rebelión el 12 de enero de 2016
Catapultada a la fama por su best seller de 1997 El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy, nacida en la India en 1961, ha desarrollado después un activismo que ha hecho de ella una de las intelectuales más comprometidas en la lucha contra la globalización neoliberal. Espectros del capitalismo (Capitán Swing, 2015, trad. de Carmen Valle), su último libro en esta faceta de su obra, nos acerca con conocimiento y coraje a contemplar los estragos que genera en su país natal el sistema económico vigente.
La India: escenarios de miseria y armamento nuclear, niños hambrientos y algunas de las mayores fortunas del planeta. Las políticas del FMI (privatización de todo y libre mercado) han vuelto aún más desigual una sociedad que ya lo era enormemente. Ochocientos millones de personas sobreviven hoy con menos de 30 céntimos de euro al día. El viejo ideal de la reforma agraria ya no es ni siquiera un sueño, mientras las masas de campesinos son expulsados a malvivir a las ciudades y sus tierras son anegadas por presas o se convierten en plantaciones de multinacionales. Cualquier conato de resistencia es reprimido ferozmente por fuerzas paramilitares y no esperen que se informe de ello; los medios de comunicación son en gran parte propiedad de las mismas corporaciones. Roy nos documenta sobre los múltiples rostros del desastre, paisajes que no creíamos posibles en “la mayor democracia del mundo”.
La guerra de los ricos contra los pobres maneja armas mortíferas, pero también la más sofisticada propaganda; arte, cine y literatura construyen un universo al margen de lo real, mientras “benéficas” fundaciones opacas y libres de impuestos materializan el sueño alquímico de transmutar el odioso dinero en capital político o en prestigio intelectual, en poder en fin de modelar la sociedad. Roy pasa revista a su funcionamiento y se detiene en ejemplos de sus métodos, que incluye la financiación de ONG que siguen sus dictados o activistas “razonables” reacios a cuestionar las bases del entramado neoliberal; su éxito absoluto es crear la conciencia de que no existen alternativas. Desgraciadamente, la miopía del Partido Comunista de la India y su visión sectaria favorecen el triunfo de la ideología capitalista.
Roy critica el movimiento contra la corrupción de Anna Hazare, apoyado en la sombra por el propio sistema que dice combatir. La publicidad que se da a su burdo remedo de las tácticas de Gandhi resulta grotesca en un país donde las luchas reales de los desposeídos son silenciadas y aplastadas salvajemente. Otro síntoma alarmante fue la deportación en 2011 del periodista David Barsamian, autor de valiosas crónicas sobre la situación en Cachemira; lamentablemente, esto suele ocurrir a los que tratan de informar acerca de una región sumida en abismos de represión, con miles de fosas comunes diseminadas por su territorio. En el estado de Chhattisgarh, otro periodista, Lingaram Kodopi, ha sido detenido varias veces, sino de los que hacen revelaciones sobre otro de los lugares donde el gobierno hace la guerra contra su propio pueblo. Mientras tanto, el horror se maquilla con prestigiosos festivales literarios.
En un juicio plagado de irregularidades, el cachemir Afzal Guru fue declarado autor intelectual del asalto al Parlamento en diciembre de 2001 que ocasionó la muerte de ocho guardias de seguridad y un jardinero antes de que los cinco atacantes fueran abatidos. Su ejecución en 2013 fue para Roy un acto peligroso e irresponsable que sólo conseguirá desestabilizar aún más la región, aunque ese puede ser precisamente el objetivo de un gobierno enfrentado a una grave crisis y a protestas de amplios sectores de las clases medias, que busca reforzar su popularidad con la exaltación nacionalista. El libro concluye con un discurso de su autora en la People’s University de Nueva York durante la revuelta del movimiento Occupy Wall Street; en él denuncia con contundencia las guerras provocadas en Irak y Afganistán y las políticas neoliberales que incrementan la pobreza en todo el mundo.
Arundhati Roy nos narra sus experiencias, la persecución que sufre por dar a conocer las atrocidades del gobierno indio, pero también la alegría inefable de la solidaridad y el afecto de los que ven en ella una tímida esperanza. Su veredicto final sobre la situación en su país es demoledor: “Esta terrible crisis se ha forjado en el fracaso integral de la democracia representativa de la India, en la que las cámaras legislativas están compuestas por políticos delincuentes y millonarios que han dejado de representar a su gente. Estamos hablando de una democracia en la que no existe una sola institución democrática que sea accesible a 1a gente normal. No se dejen engañar por el ondear de banderas. Estamos asistiendo a la desmembración de la India en una guerra de protectorados que es tan letal como cualquiera de las batallas de los señores de la guerra de Afganistán, solo que hay mucho más en juego, mucho más.”