Primera versión en Rebelión el 18 de marzo de 2022
A finales de enero de 1939, Barcelona, capital republicana martirizada por los bombardeos, está a punto de caer en manos de los franquistas. Antonio Machado, que ha buscado refugio allí, se ve obligado entonces a emprender con algunos familiares y amigos una precipitada huida hacia la frontera francesa. Cinco días les va a costar llegar, y a pie y empapados por una fuerte lluvia han de recorrer los últimos centenares de metros hasta ella. Ya en Francia, encontrarán amistosa hospitalidad en Colliure, pero en breve se le declara al poeta, asmático, una neumonía, resultado de la mojadura, que pone fin a sus días el 22 de febrero. Poco después fallece su madre en la misma habitación de la posada.
Al tener que abandonar los vehículos para la fatal caminata, los fugitivos debieron dejar en ellos su equipaje, y así se perdió un maletín en el que el poeta guardaba celosamente varios manuscritos inéditos, entre ellos un libro que firmaba su apócrifo Abel Martín titulado Los complementarios. De los tres cuadernos que componían éste, sólo uno va a aparecer luego, el primero, y fragmentos de él irán viendo la luz en 1949, 1950 y 1955 en publicaciones periódicas. En 1957, la práctica totalidad de lo recuperado fue publicada por Losada, junto con artículos dispersos sobre asuntos literarios y otros textos, como su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua.
Todos estos trabajos acaban de ser recogidos por Dyskolo en un volumen que homenajea al gran lírico sevillano en el 83 aniversario de su muerte. Tras una versión electrónica de Campos de Castilla en 2020, este sello recupera ahora, esta vez en papel, unas páginas mucho menos conocidas, pero fundamentales para comprender el proceso creativo y las influencias que marcaron la producción de Antonio Machado.
Los complementarios
Esta obra contiene borradores y apuntes sobre temas diversos, elaborados entre 1912 y 1925. En ellos Machado por ejemplo reflexiona sobre el quehacer poético, y nos acerca a sus motivaciones y criterios a la hora de enfrentarse al papel en blanco y desarrollar la labor creativa: “Hay dos maneras de corregir: una es borrar; otra, hacer de nuevo.” “Sólo publico para librarme del maleficio de lo inédito. Y para no volver a acordarme de lo escrito.” Plasma también intuiciones: “Nunca estoy más cerca de pensar una cosa que cuando he escrito la contraria.” Y en ráfagas nos alcanzan destellos de su psique: “La mayor tortura a que se me puede someter es escuchar mis versos recitados por otro”.
Nos habla el maestro de sus lecturas, y no faltan comentarios sobre Unamuno, Baroja o Proust. Sin embargo, resulta evidente que es la poesía lo que más le apasiona, y nos descubre que es Virgilio su favorito, aunque no explica del todo las razones. Abundan intuiciones que revelan cómo concibe la lírica: “Los buenos poetas son parcos en el empleo de metáforas, pero sus metáforas, a veces, son verdaderas creaciones”, y lo demuestra con citas de Juan de la Cruz, modelo para él de contención frente al barroquismo que viene detrás, cuando la lírica muere y los poemas se convierten en “objetos mecánicos, buenos, cuando más, para curar el tedio infantil.” En estas divagaciones, se atreve el sevillano a juicios categóricamente lúcidos: “Después de Rimbaud, la poesía francesa entra en un período de desintegración.”
Se recogen en Los complementarios poemas originales, algunos presentados en una sección final en que son atribuidos a apócrifos cuyas biografías se resumen. Las formas son variadas: romances, canciones; hasta un soneto. Sobre esta composición, en otro sitio se afirma que entre sus cultivadores modernos en castellano sólo destaca Manuel Machado. Se expresan también opiniones sobre pintores, como Solana, “un Goya necrómano que pinta con insana voluptuosidad lo vivo como muerto y lo muerto como vivo”, o El Greco, en el que ve a un continuador de Miguel Ángel,
Antonio Machado mostró siempre una inclinación por la reflexión filosófica, sobre todo a través de sus apócrifos: Juan de Mairena y Abel Martín, y se multiplican aquí las incursiones en estos asuntos. En su repaso a los andamiajes filosóficos del siglo que nace, lamenta el eclipse de la razón, desbordada por el culto a la acción. Kant es, para él, el último pensador de gran estilo y, refutado el positivismo, constituye la referencia para el nuevo tiempo. A Leibniz y Schopenhauer los considera, antes que filósofos, creadores de geniales poemas, puestos en música, respectivamente, por Mozart y Wagner.
No faltan en estas misceláneas páginas anécdotas curiosas y reveladoras, como cuando su autor recuerda: “Conocí en Soria (1908) a un Sr. Noya, que fue el segundo marido de la madre de la mujer de Becquer. Este Sr. Noya me regaló, como presente de bodas, dos autógrafos de Becquer, dos composiciones inéditas que seguramente Becquer no hubiera publicado. Yo las quemé en memoria y en honor del divino Gustavo Adolfo”.
Fabulaciones
Se incluyen en este apartado tres textos de carácter diverso. “Fragmentos de pesadilla” es un breve relato en el que un condenado a muerte dialoga en su celda con un peluquero que acude a ejercer de verdugo con una técnica de su invención. La ejecución es pública y después de ella Caronte desengaña al que creía haber muerto de manera original. La moraleja es la futilidad de nuestros desvelos ante la guadaña que a todos nivela.
“Gentes de mi tierra” nos presenta a dos españoles que Machado trata en París. Uno es un periodista ácrata, fustigador en su país de los poderes sociales y como tal, perseguido y exiliado, que sobrevive en Francia con unas clases de español. El otro es un “embustero, charlatán y polemista”, amante sólo de sí mismo, que abandonó a su mujer y sus dos niños en España y en París vuelve a hacer lo propio con la muchacha con la que vive y el hijo de ambos. El relato sirve a Machado para contraponer el ideal y el egoísmo como motores de la vida.
“La tierra de Alvargonzález” desarrolla en prosa el cuento-leyenda del romance homónimo de Campos de Castilla. El poeta nos describe su visita a la sierra de Urbión acompañado de un viejo campesino, que es quien le da a conocer la historia de los hijos codiciosos que asesinan a su padre y lo arrojan a la laguna Negra. La tierra es improductiva luego para ellos, y más tras repetir su crimen sobre el hermano menor que regresa rico de América. Los infames son al fin tragados por el abismo insondable de la laguna mientras gritan su arrepentimiento.
Discurso de admisión en la Real Academia de la Lengua
Se incluye el discurso preparado por Antonio Machado para ser leído en su ingreso en esta institución, que no llegó a materializarse. El texto comienza con una exhibición de modestia en la que, con exageración no exenta de humor, el autor declara no ser humanista, ni filólogo, ni erudito, y confiesa que, con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca le apasionaron. Se presenta como poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y en fin a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. “Lo bien dicho sólo me seduce cuando dice algo interesante” Después afirma: “Amo a la naturaleza, y al arte sólo cuando me la representa o evoca, y no siempre encontré la belleza allí donde literalmente se guisa”.
Sobre la sustancia de la poesía, ve ilógico hablar de “Nueva sensibilidad”, pero se muestra partidario de una “Nueva sentimentalidad”: “¿Cuántos siglos durará el sentimiento de la patria? Nada tan voluble y tan vario como el sentimiento. Esto deberían aprender los poetas. que piensan que les basta sentir para ser eternos. Los sentimientos cambian a través de la historia y aun durante la vida individual del hombre.”
Denuncia en el presente escuelas literarias arbitrarias y absurdas, por su guerra a la razón y al sentimiento, las dos formas de la comunión humana, y también la “descomposición” que a su juicio padece el movimiento simbolista: “La poesía actual trata de regresar a una poesía pura allende tiempo y espacio, sin darse cuenta de que como la paloma kantiana, ignora la ley de su propio vuelo…” Sobre esto mismo, en otro lado dice: “El genio calla porque nada tiene que decir cuando el arte vuelve la espalda a la naturaleza y a la vida, los ingenios invaden el estadio y se entregan a toda suerte de ejercicios superfluos”.
Se detiene Machado en dos “frutos tardíos” del espíritu decimonónico: Proust y Joyce, que sin ser poetas escribieron según él los poemas esenciales de su época. Al primero lo considera un gran psicólogo, “que evoca, con una panorámica visión de agonizante, toda una fenecida primavera social.” La obra del segundo es en su opinión “una vía muerta, un callejón sin salida del solipsismo lírico de 1800. La extrema individualidad de las almas, su monadismo hermético y autosuficiente, sin posible armonía preestablecida, es a la vez un canto de cisne y, por qué no decirlo, un canto de grajo”. La cuestión de fondo es que los valores morales tienen el mismo radio que las ideas, y los eclipses de unos y otras son fenómenos necesariamente concomitantes.
Para el mañana, Machado se atreve profetizar: “En poesía, el mañana, señores, bien pudiera ser un retorno (nada enteramente nuevo bajo el sol) a la objetividad y a la fraternidad por otro lado. Una nueva fe (porque en el campo de las creencias es donde se plantean los problemas esenciales del espíritu) se ha iniciado ya. Comienza el hombre nuevo a desconfiar de aquella soledad que fue causa de su desesperanza y motivo de su orgullo.”
Otros textos
Artículos de 1920 en El Sol aportan crítica social sobre males endémicos de la piel de toro: “Dice el burgués: Al pobre,/ la caridad, y gracias./ ¿Justicia? No, justicias/ para guardar mi casa.” También se reivindica la naturaleza, “donde debe libar el artista”, y se comentan textos de Eugenio d’Ors, auténtico pensador, según Machado, en un país de “matonismo intelectual”. En1929 el sevillano ve a la juventud española benévola, pacífica y más ilustrada que sus progenitores, pero la literatura que está creando la encuentra filosofante en exceso, y alejada de la intuición y emotividad imprescindibles.
Una conferencia de 1922 en Segovia sobre literatura rusa resalta la universalidad de sus grandes escritores, que Machado ve indisciplinados e intuitivos, y atentos al sufrimiento y la fraternidad humanas a través del cristianismo más místico, que busca a Dios por el amor. Insiste sobre esto en otro artículo de 1934 sobre una posible lírica comunista, pero ve la caridad evangélica del pensamiento ruso prerrevolucionario retrocediendo hacia un determinismo económico que le suena veterotestamentario. De todas formas, no descarta una relectura del marxismo, fiel a las esencias seculares de Rusia.
La tertulia del maestro
Los grandes poetas nos dejan obras que estarán vivas mientras lo humano aliente, porque canalizan un impulso profundo y tienen la virtud de elevarnos como pocas veces las palabras saben hacerlo. El individuo detrás de los versos sublimes y los misterios de su creación son un enigma siempre y rebuscamos las claves en la vida y la obra del poeta. Por esto nos apasionan los detalles de su biografía, sus observaciones sobre filosofía o historia, y sobre todo sus juicios sobre los movimientos poéticos y las perspectivas del quehacer literario.
Antonio Machado escribe en una época de transición en la que la poderosa lírica del siglo XIX busca nuevas formas El gran interés de Fabulaciones y otros textos en prosa reside en que aporta valoraciones, en aquel momento crucial, tanto sobre las referencias del pasado como sobre los caminos que por entonces se trataban de abrir para la poesía. De la lectura emerge una imagen del autor de Campos de Castilla como alguien que aprecia los viejos tesoros, pero también muy crítico cuando la orfebrería no va acompañada de pensamiento valioso. Su preocupación es que la música de los versos sea un eco de la reflexión que los nutre, y en su caso concreto, que esté al servicio de sus grandes motivos, la naturaleza y la crítica social.
Ediciones Dyskolo nos ofrece con esta obra la visión de un gran poeta sobre un periodo decisivo del mundo y la literatura. A través de sus opiniones sobre filosofía, historia y los más variados asuntos, comprendemos mejor cómo se gestaron los versos inmortales de Antonio Machado, pero también tenemos la sensación de habernos acercado a la tertulia del maestro y haber escuchado sus palabras de cada día ante la vida cambiante.