Primera versión en Rebelión el 26 de mayo de 2020
Publicado por la Fundación Salvador Seguí en 2018, este libro recoge los aspectos esenciales de la tesis doctoral defendida por su autora en 2016 en la UNED y viene con un prólogo del historiador Antonio Rivera. El objetivo del trabajo es acercarnos al renacer de la ideología libertaria en España tras la represión feroz del franquismo, describiendo las formas variadas que caracterizan su retorno en las décadas finales de la dictadura, el esfuerzo desplegado para encauzar la lucha contra ésta por senderos de auténtica democracia obrera y la conjunción de factores que frustraron el intento y propiciaron una transición gatopardesca que dejó intactos los resortes económicos de la explotación capitalista en el país.
Prehistoria
Reyes Casado identifica la década de los 50 como el tiempo en que la dictadura logra consumar el desmantelamiento de la CNT en el territorio español, y reducirla a núcleos atomizados sin influencia, silenciando toda propaganda de la ideología libertaria en la sociedad. Sin embargo, según detalla en el primer capítulo del libro, en los años inmediatamente siguientes se va a asistir a un renacer poderoso de las ideas casi exterminadas, y curiosamente éste se va a producir de la mano de las prácticas contraculturales y underground que llegan a España en esos momentos y encandilan sobre todo a una juventud frustrada por la grisura del nacionalcatolicismo.
El libro nos describe cómo los ecos de la generación beat y el movimiento hippie, ingenuamente anticapitalistas y libertarios, se extienden por España en los años 60, aunque aporten escaso impulso político capaz de alimentar una dinámica genuinamente revolucionaria. Sevilla, Barcelona y Madrid serán los ejes vertebradores de las ideas que llegan (curiosamente en Sevilla a través de las bases americanas). En relación con esto, los años 60 ven también el renacer de pequeños grupos ácratas dentro de la universidad española, que participan en las movilizaciones contra la dictadura que allí se dan.
En el mundo del trabajo, mientras el sindicato Comisiones Obreras, que actúa en la órbita del PCE, adquiere gran importancia, comienzan a desarrollarse otros grupos que se autodenominan “autónomos” y adoptan las estrategias del comunismo consejista. Entre ellos destaca el CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista), que nace en Gijón en 1969 y se mantiene hasta 1974. En Barcelona, los GOA (Grupos Obreros Autónomos) operan entre 1971 y 1973, y el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) se constituye en 1970 e inicia en 1972 una actividad expropiadora que se cobrará la vida de dos de sus militantes: Oriol Solé y Salvador Puig Antich. Todos estos grupos, a caballo entre el marxismo consejista y el anarquismo, desarrollan una intensa labor formativa, de propaganda y editorial, y buena parte de sus militantes acabarán incorporándose a la renacida CNT.
Regreso de la CNT (1976)
En el proceso de reorganización de la CNT dentro del territorio español, las tendencias recién mencionadas van a converger con los supervivientes de la vieja tradición libertaria, desarticulados y exhaustos, pero no extintos, y con los jóvenes que a través de lecturas y testimonios son seducidos por la Idea. Todos estos grupos se benefician del trabajo de editoriales como Ruedo Ibérico (creada en 1961) o Zyx (en 1963), y del periódico Frente Libertario (1970-1977), editado en Francia, pero distribuido clandestinamente en España. La progresiva aglutinación de grupos libertarios para constituir un sindicato revolucionario con una estructura federal fue dinamizada por Félix Carrasquer (1905-1993) y la publicación de trece números de la revista Solidaridad entre 1971 y 1976.
1973 marca el inicio de un proceso de reorganización de la CNT en el que la convergencia de todas las fuerzas y el reconocimiento mutuo entre la organización del exterior y lo que se gestaba en el interior acabó permitiendo que a partir de los meses finales de 1975 y a lo largo de 1976 una serie de asambleas por toda España sea capaz de reconstituir la estructura federal y democrática de la CNT. Sólo en el caso de Asturias, hay que decir que no fue necesaria ninguna reunión constitutiva, pues la Regional de Asturias, León y Palencia, con su actividad muy mermada y reducida a Gijón, nunca dejó de existir durante el franquismo. En los Plenos Nacionales de Regionales celebrado en Madrid en febrero, julio y septiembre de 1976, la confederación, que cuenta con unos tres mil afiliados por todo el país, echa a andar y expone sus propuestas para el momento decisivo.
En esta primera fase ya se detectan algunas tendencias que van a resultar muy negativas para la expansión del sindicato. El excesivo énfasis en un purismo ideológico ácrata echaba para atrás a muchos trabajadores que iban en busca sólo de un sindicato que les defendiera. Por otra parte, el abismo generacional entre los viejos militantes y los jóvenes conversos, y la presencia de algunos sectores del exilio que se negaban a integrarse en la nueva estructura, eran también nubes sombrías que amenazaban el futuro.
El boom de 1977
El entusiasmo de los militantes fue capaz, con sus medios modestos, de traer a la memoria colectiva la impronta del anarcosindicalismo español, al tiempo que surgían multitud de periódicos ligados a las agrupaciones regionales de la CNT, así como revistas de orientación netamente libertaria (Ajoblanco, Bicicleta), que alcanzaban amplia difusión. 1977 es el año de los grandes mítines, como el de San Sebastián de los Reyes (Madrid) el 27 de marzo, que logra convocar a 40 000 personas. Quince días después, el gobierno de Adolfo Suárez reconoce el derecho de asociación sindical y pronto la CNT es legalizada (declara 40 000 afiliados), aunque las celebraciones del primero de mayo son prohibidas y dan lugar a carreras y detenciones.
En mayo y julio hay otros mítines multitudinarios en Valencia (40 000 asistentes) y Montjuic (300 000) y las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona en julio son una enorme fiesta que convoca a Jean Paul Sartre, George Moustaki, Joan Baez y Noam Chomski, aunque la componente sindical no se vea por parte alguna y muchos se lamenten al fin de la metamorfosis de la CNT en un “circo subversivo” carente de estrategia revolucionaria. Sin embargo, en el mes de octubre, la huelga de gasolineras, sector en el que el sindicato era mayoritario, se salda con un rotundo éxito que marca el clímax de la influencia de los libertarios en la sociedad catalana durante la Transición.
Nuevas negras tormentas (1978-1980)
En la primavera de 1978 la CNT alcanza un techo de afiliaciones en torno al cuarto de millón de personas, pero este número se reduce a la mitad en poco más de un año. El declive se debe sobre todo a que el sindicato, convertido en el referente de la izquierda que se opone a la política de concertación propiciada por el gobierno y los sindicatos mayoritarios, es el enemigo a batir por un poder que no va a reparar en medios para arruinar su imagen; así, hoy sabemos, por ejemplo, que el atentado contra la sala de espectáculos Scala de Barcelona en enero de 1978 fue orquestado por un infiltrado de la policía. Ésta y otras acciones resultaron enormemente eficaces para desprestigiar a la confederación, que acosada por los mass media y con hondas divisiones internas toma entonces la decisión de convocar su V congreso.
El 8 de diciembre de 1979, 772 delegados se reúnen en Madrid en nombre de 324 sindicatos. Reyes Casado nos describe en detalle el desarrollo del congreso, que estuvo marcado por un programa maratoniano y el afloramiento muy pronto de suspicacias y desencuentros que crearon un ambiente tenso en muchas ocasiones. El 15 de diciembre, representantes de 53 sindicatos que habían abandonado las sesiones, suscriben una impugnación del congreso, responsabilizando de la escisión a sectores ligados a la FAI y al exilio de Toulouse que consideran que han tenido un comportamiento autoritario. Tras sucesivas reuniones y conferencias, el número de sindicatos impugnantes es ya de 119 en enero de 1980, y a lo largo de ese año se producen penosos enfrentamientos entre los dos bandos.
Al fin, los disidentes deciden convocar un congreso en Valencia, y en él, sin renunciar a las siglas ni la historia de la CNT, optan por que el sindicato participe en elecciones sindicales y comités de empresa. Se consuma así la existencia de dos organizaciones y dos proyectos que se proclaman anarcosindicalistas, el de la CNT-AIT y el de la CNT-CV, la cual por imperativo legal en 1989 deberá renunciar a ese nombre y pasa a denominarse CGT. La situación es trágica en ciudades como Gijón, donde la vieja militancia ácrata se resquebraja en dos, con la mitad de la afiliación en cada grupo. Esta dolorosa escisión es una de las claves que explican la escasa influencia de los sindicatos libertarios en la España actual. A ella hay que sumar las maniobras de un poder que ralentizó la transferencia del patrimonio sindical y creo, con montajes y propaganda, un halo terrorista en torno a ellos.
Los retos del sindicalismo anarquista
En un epílogo, Reyes Casado resume la trayectoria posterior de las dos confederaciones. La CNT-AIT ha mantenido su renuencia a participar en elecciones y comités de empresa. Algunos de sus sindicatos, partidarios de esta estrategia, acudieron al denominado Congreso de Unificación convocado por la CNT-CV en 1984 y acabaron integrándose en ella. Como apoyo de la lucha sindical, las dos agrupaciones se han volcado a partir de entonces en periódicos y libros, que son siempre la marca del mundo ácrata, y han sufrido también escisiones con nacimiento de nuevas confederaciones que se sienten libertarias. Todo ello se recoge en la obra.
La transición en rojo y negro despliega los detalles de una historia que explica la existencia en estos momentos en España de dos grandes sindicatos con métodos diversos, pero coincidentes en considerarse libertarios. Los anales del anarquismo son pródigos en discusiones sobre estrategias enfrentadas, como es inevitable contra el monstruo complejo y mutante que es el capitalismo, y no es ésta la primera vez que el campo libertario se divide. La historia es la única maestra, y nos enseña cada día. Con correcta visión y correcto juicio, lo arduo puede ir aclarándose, y al fin las energías siempre se suman contra el auténtico enemigo.