Primera versión en Rebelión el 19 de octubre de 2022
Xuan Cándano (San Esteban de Bocamar, 1959) es conocido por su amplio currículo en prensa, radio y televisión, que incluye la dirección, durante un decenio, de la revista Atlántica XXII, añorada referencia del periodismo crítico en Asturias. Ha cultivado también la historiografía con El Pacto de Santoña (La Esfera de los libros, 2006), un trabajo riguroso y demoledor que subtituló: La rendición del nacionalismo vasco al fascismo. No me resisto a reproducir un párrafo de este libro que encuentro anotado en mi ejemplar y resume sus conclusiones al tiempo que explicita los dones literarios de su autor: “El ‘Informe Lejarcegui y Ugarte’ es sencillamente demoledor. En cuarenta y un folios deficientemente redactados cuenta, sin ninguna cortapisa y con apabullante naturalidad, toda la estrategia de engaños, disimulos y argucias que tuvo que desplegar el PNV ante el ejército republicano para poder sacar adelante la capitulación. Es un documento histórico definitivo para comprender el fin de la guerra en el norte y una pieza literaria única en el género de la traición.”
No desdeña tampoco Cándano la narrativa, cuyas lindes con la labor periodística reconoce difusas. En 2020 reunió sus experiencias durante el confinamiento pandémico en La extraña tribu de las manos limpias, editado por La última canana de Pancho Villa. En este 2022 regresa al relato con Más bien del revés (Más Madera), prologado por el dramaturgo Maxi Rodríguez.
La memoria de los ríos
El libro agrupa veintinueve fragmentos que alternan memoria personal y crítica social, sin que falten historia o sátira futurista. Un aspecto a destacar es que Xuan Cándano vio la primera luz justo allí donde el mayor río asturiano se besa con el mar y el paisaje mágico de esos contornos está muy presente en estas páginas. El solitario baño en el mar una tarde de verano, o una estruendosa tormenta nocturna, pueden convertirse para él en emblemas de la felicidad, porque “nunca recuerda una sola preocupación o un ataque de tristeza allí, acorralado entre la mar, tantas veces brava, y el imponente acantilado (…)”. Hallamos además en la obra nostalgia de los amigos que se van, e historias de los Cándano que enhebran las dos orillas del Atlántico.
Una de las narraciones recrea el periplo de unas familias de San Esteban a través de los conflictos del siglo XX, y nos regala un buen ejemplo de cómo las heridas cicatrizan si sabemos situarnos en la piel del otro. No faltan tampoco memorias personales mucho más desenfadadas, como unos lances verbeneros y etílicos en los que el protagonista es un autobús lleno de borrachos que recorre los parajes del bajo Nalón, algo así como una versión motorizada y terrestre del bajel de Rimbaud. En otro caso, la experiencia recordada corresponde a la vida del autor como estudiante en Madrid, con los pormenores de un episodio represivo, sin mayores consecuencias, durante la “santa Transición”.
En el litoral que vio nacer a Cándano se produjo el célebre desembarco de armas del Turquesa, destinado a abastecer la revolución del 34, y este evento es recordado en otro relato a través de una conversación en México, en 1949, entre Indalecio Prieto y Rafael Altamira, ambos exiliados allí. En el transcurso de la charla, el último expone su opinión sobre el inicio de la guerra civil, con lo que don Inda respira tranquilo, pues se siente liberado de la responsabilidad que temía tener por su participación en el asunto de aquel alijo.
El simbolismo de los ríos alcanza su clímax en una pieza que me ha impactado en especial. Se trata de una entrañable historia reciente, pero en ella vemos desplegadas aún, vivas en el paisaje, las fronteras fluviales que han marcado Asturias desde la prehistoria. El título que lleva, “Cruzar el río”, expresa lo que puede ser un peligro todavía, y así se lo hace saber una madre a su hijo, en edad de buscar pareja.
Vidas de hoy
En este mundo nuestro en que nada se hace a derechas, sino “más bien del revés”, el libro aporta un buen muestrario de criaturas del desastre, retratos breves de tipos universales de hoy: el prudente del que no se conocen opiniones y que pasa por la vida sin ningún destello de inquietud, un hombre de estado que ganó dinero al tiempo que perdía dignidad, o un director de periódico que se define como “mercenario de la información”. Están también los jóvenes sin alma, eternos aspirantes a viejos, intoxicados de ira neoliberal y populismo, o absorbidos por las “redes asociales”. Estos esbozos muestran el ideal humano de Cándano: la vida como pasión y la libertad para asumir riesgos y tratar de mejorar el mundo, el odio a la equidistancia cobarde, al engreimiento y las infinitas formas de la codicia.
En esta misma línea, el fragmento más extenso recuerda un episodio reciente de la actualidad asturiana, lo que judicialmente se conoció como “caso Hulla”, un affaire en cuyo desenmascaramiento, Atlántica XXII, la infatigable revista de Cándano, tuvo un rol decisivo. El embrollo es fabulado fielmente a través de la ejemplarizante historia de Avelino, el Maizón, minero picador encumbrado a alcalde de una villa y gerente luego del montepío del sindicato todopoderoso. El que comenzó humildemente se instala en Andalucía, de donde procedía su familia, se enriquece con opíparas mordidas en proyectos de construcción ligados al montepío y vive a todo trapo, pero sólo para concluir inculpado en el emblemático caso de corrupción. Reseñaba yo hace poco en Rebelión, Los vencedores, de Ciges Aparicio, y hablaba de las luchas sociales en los inicios del siglo XX en Asturias, de la indecencia de la clase propietaria y el nacimiento de un sindicato minero esencial en los procesos revolucionarias posteriores en la región. Es desconsolador pensar que, cien años después de aquello, nos toca ver a algunos que militaban en ese mismo gremio enfangados en un prontuario de miserias del alma humana bajo el capitalismo.
En otros relatos, Cándano critica acerbamente los síntomas del desastre, del colapso demográfico a las torturas burocráticas que se practican, cotidiana e impunemente, sobre los indefensos ciudadanos. Hay lugar también para juegos de imaginación y para especular que la inmortalidad en un mundo como éste bien pudiera ser un tormento. El cambio de vida durante la pandemia se contempla conjurando la calamidad con buen ánimo, y se bromea, por ejemplo, sobre la irrupción de la mascarilla: “La gente lo tomó con resignación, los feos incluso con alivio.” Hay una visión irónica del régimen policial impuesto, del cierre de bares y el confinamiento, con dura represión de los “borrachos terroristas”.
Más bien del revés nos trae mucho humor y crítica social, pero también historia, reflexiones líricas y piezas de la memoria personal de su autor. Estamos ante un libro que sabe alternar la reivindicación del pasado con la sátira que desnuda al poder y sus turiferarios, y ello muestra la lucidez con que Xuan Cándano piensa un tiempo difícil como éste. Él, que tanto ama la literatura, ha decidido por fin hacer la suya.