[ Teoría del Centro ] [ Non Serviam ] [ pájaro sobre el mar ]
En el momento de poner estos viejos cuadernos casi secretos a disposición del común de los mortales con el leve peaje de un golpe de ratón, se me ocurre un par de reflexiones:
Diré para empezar que estos poemas surgieron como una inquietud vital más que literaria. Nada más lejos de mi interés en aquellos años difíciles que aumentar mis problemas tratando de auparme al siempre atiborrado y bandeante carro de los literatos. Estos versos fueron sólo un grito de rabia con algo de exorcismo, y la respuesta a un mundo terrible que descubría. En ellos maduró poco a poco la planificación minuciosa de una liberación en forma de búsqueda hacia dentro que desnudara y destruyese la raíz del dolor, esa visión incorrecta del mundo de la que hablan los budistas.
De esta reflexión surge otra. El fin “personal” de estos versos hizo que en un principio no me preocupara apenas de su difusión. Eran y siguen siendo mucho más un regalo para los íntimos que un producto comercial. Llegado por eso el momento de ponerlos a disposición de literalmente todo el mundo, la verdad es que me divierte hacerlo. Ojalá estos poemas pudieran ayudar también al lector amable y desconocido a descorrer el velo de Maya.
Se presentan aquí los poemarios en orden inverso a su fecha de publicación. He pensado que la formulación más “elaborada” de Teoría del centro podría ser la apropiada para introducir al lector y que, de la misma forma, las intuiciones y experimentación de pájaro sobre el mar podrían ser adecuadas para cerrar la trilogía. En Teoría del centro y Non serviam se conserva escrupulosamente la redacción de las ediciones originales, introduciendo sólo alguna corrección ortográfica muy menor. Para pájaro sobre el mar repito sin variaciones el texto de la segunda edición (1988).
Invades, querido lector, el territorio secreto de unas palabras que trataban de crear calma en medio de la tormenta. Son tuyas en este nuevo instante infinitamente repetido en que alguien se enfrenta a la eterna semilla del dolor.
Otoño de 2004
¡Ay, los 80!
El paso del tiempo va dejando aquella década en su sitio. Así, hoy ya vemos cómo fueron aquellos los años cuando, tras la crisis energética de los 70, vino la demolición del escaso “estado de bienestar” que trajeron los “golden thirty”. Son los años de Margaret Thatcher y Felipe González, hermanos en lo esencial. La misma contrarrevolución que hizo mucho antes, cuando fue “necesario”, Friedrich Ebert en Alemania a golpe de tambor, aquí fue a ritmo de pandereta (y movida madrileña). Qué bien lo vio Juan José Guirado en este texto . Son las conclusiones demoledoras del informe Petras, que empezamos a interpretar ahora.
Pero vamos a lo nuestro. Algunos recuerdos de aquellos años los dejé en otro sitio. Yo despertaba muy poco a poco a la conciencia y los versos de entonces son un reflejo de ello. No obstante, sigo viendo en ellos, como en germen, todo lo que vino después. Es éste el momento de recordar a los que fueron amables con el joven poeta. Escribo al lado de un montón de papeles viejos que conservo amorosamente. Siento haber perdido reseñas que aparecieron en la revista Manxa y en diversos periódicos (Antonio González Guerrero, Pascual Antonio Beño Galiana y Nel Amaro escribían alguna de ellas). Sólo tengo aquí una de Javier Sánchez Menéndez en Huelva Información en la que con gran benevolencia elogia el “dominio lingüístico y sintáctico” de Non serviam y habla de “una voz importante que ha encontrado su camino poético”. José María Castañón Loché tuvo la amabilidad de diseccionar mi obra en su capítulo “La literatura gijonesa” del monumental volumen Gijón, el cantón milenario (Ayuntamiento de Gijón y KRK, 2003).
Antonio González Guerrero fue un gran apoyo para mí aquellos años. Me ayudó siempre en lo que pudo y corrigió con amor y sabiduría el primer borrador de Teoría del centro. El manuscrito que me devolvió tenía pequeñas quemaduras de los cigarrillos que fumó meditando sobre mis versos. Nuestros contactos fueron siempre por carta (mentira, ahora recuerdo que hablé una vez con él por teléfono). Conservo muchas suyas, largas y habitualmente a máquina. Siempre acabábamos prometiéndonos un encuentro “en Asturias o en Madrid”. Su muerte en 2004 me dejó sin uno de mis críticos más constructivos. La lista de los que fueron amables es larga, pero no me resisto a esbozarla. Antonio Enrique, Eloy Sánchez Rosillo, Fernando Beltrán y Ramiro Rodríguez Prada estuvieron conmigo desde el principio y me han apoyado siempre. Tampoco fueron de los que se quedan callados Alejandro Duque Amusco, Andrés Albuerne, Ángela Reyes, Aquilino Duque, Aurora Navarro, César Aller, Francisco J. Lauriño, Francisco Peralto, Gustavo Bueno, Humberto Senegal, Javier Lentini, Jesús Aguilar Marina, José Ángel Cilleruelo, José Luis Gallero, José Luis García Martín, José Luna Borge, José Manuel Valdés, José María Cotarelo, Juan Bonilla, Juan Luis Pla Benito, María Pilar Martínez Barca, Miguel Cancio, Nicolás del Hierro, Noelí Puente Aller, Pedro A. González Moreno, Pedro Lahorascala, Pedro de Silva, Pilar de Ibarra, Vicente Cano, Vicente Gallego y Víctor Infantes, que me hicieron llegar su solidaridad literaria aquellos años. Vaya mi agradecimiento a todos desde aquí.
Me gustaría terminar con un testimonio que tiene para mí un valor especial. Miguel Delibes respondía en 1990 con estas palabras al envío de Teoría del centro:
18 de junio
Querido Aller: gracias por su recuerdo
del cuaderno “Teoría del centro” genero-
samente dedicado. Soy mal lector de poe-
sía, quintaesencia del arte literario. Me
cuesta llegar al fondo de los poemas, que
únicamente nos hablan, si, como su autor,
acertamos a dar a cada palabra su signifi-
cado. Creo que su ‘teoría’ es pesimista: luz
sin origen… luz sin historia… luz sin
palabras… ¡La cosmovisión desoladora del
poema XVII! Creo que no estamos lejos. Le
deseo éxito, lectores, aprecio. Un cordial
abrazo.
Miguel Delibes
Invierno de 2014