Primera versión en Rebelión el 28 de abril de 2022
Un elemento crucial del capitalismo en el momento actual es la tendencia a la reclusión de los seres humanos en mastodónticas urbes en las que se niega su derecho al territorio y se hacen imposibles formas de vida alternativas al mercado. El análisis de este proceso es imprescindible para superar el sistema económico vigente, y éste es el objetivo que Miquel Amorós se plantea en Post Babilonia, su último trabajo que Virus acaba de editar. La caracterización de la situación global va seguida de un recorrido por diversos escenarios del desastre y así al fin se consigue proponer actuaciones posibles para revertirlo.
Miquel Amorós (Valencia, 1949) ha profundizado en la historia del movimiento libertario durante la guerra civil española en obras como: La Revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y los Amigos de Durruti (2003), José Pellicer. El anarquista íntegro (2009), Maroto, el héroe, una biografía del anarquismo andaluz (2011), Durruti en el laberinto (última edición en 2014) o La Columna de Hierro. Hechos reales, hazañas y fabulaciones sobre la célebre milicia revolucionaria del proletariado (2021). Todos estos trabajos tratan de aquilatar las circunstancias de un momento histórico excepcional, una rara ventana de oportunidad en la que la construcción de una sociedad sin explotación estuvo al alcance de la mano y fue frustrada no sólo por la ofensiva fascista, sino también por la cortedad y cobardía del bando republicano.
Aparte de estas aportaciones historiográficas, Amorós ha dedicado notables esfuerzos a la crítica social del momento presente, articulando propuestas anticapitalistas y antiautoritarias en títulos como: Perspectivas antidesarrollistas (2011), Salida de emergencia (2012) o Fuck Green New Deal. Colapso y alternativas: anticapitalismo y autogestión (2020), entre muchos otros.
En la introducción de Post Babilonia, su autor plantea cómo el sistema capitalista, con su mercantilización de todo, tiende asimismo a una “urbanización” universal, a través de una expansión irrefrenable de los “hábitos automovilistas” y una asimilación para el “consumo verde” del hábitat natural. Las herramientas más útiles en esta colonización son la pantalla idílica del “desarrollo sostenible” y la cobertura tecnológica de la “digitalización”. De esta manera, cualquier entorno virgen puede convertirse sin mayores dificultades en un smart territory, que no es en realidad más que “un supermercado con todos los atributos de una cárcel”.
Un recorrido por la historia de la ciudad muestra que ésta goza de un alto grado de autonomía hasta que, con la Revolución Industrial, todo queda sometido a las leyes del mercado y los intereses del estado nacional. El declive se agudiza tras la Segunda Gran Guerra, con el dominio del automóvil y la industrialización de la agricultura, y ya en la era neoliberal se asiste a la entronización de un espacio fláccido, sin distinción entre centro y periferia, caracterizado por motorización, despilfarro energético, contaminación, eclipse de la conciencia de clase y polarización social extrema. Se impone así una existencia digitalizada y controlada tecnológicamente en la que lo humano deviene una prótesis de la máquina.
Tres escenarios del desastre
En Latinoamérica, la colonización española dio lugar a ciudades que disfrutaban de cierta libertad, y en el medio rural pervivieron en ocasiones estructuras comunitarias previas a la conquista. Éstas están presentes luego en las luchas de independencia, pero sucumben en los estados nacionales que abren camino al capitalismo. En el caso de México, el siglo XX, tras el fracaso de los intentos revolucionarios, está marcado por urbanización e industrialización que entran en crisis en los 80, cuando el país es entregado al capital internacional. A partir de entonces, triunfan las megalópolis, antros de segregación social, delincuencia y colapso ambiental, y también de mafias y militarismo. Los movimientos emancipadores que logran articularse, como el de 1994 en Chiapas, no consiguen impregnar el dominio urbano, siempre refractario a su influencia, y así se concluye que el desmantelamiento metropolitano ha de ser el eje del pensamiento crítico y la acción transformadora.
Otro escenario analizado es el Pirineo catalán, donde tras la crisis de 2008-2014 el turismo se ha convertido en motor económico principal, al tiempo que la existencia tradicional es arrasada y el territorio mercantilizado para el esparcimiento de quienes han sido engullidos por urbes que no cesan de crecer. El desastre en marcha se trata de aliviar con cataplasmas de desarrollo sostenible, pero sólo podrá ser superado a través de una recuperación del territorio por sus habitantes, con autogobierno y trabajo colectivo. El objetivo es frenar los megaproyectos lesivos y repoblar lo que ha sido vaciado, para restablecer formas de vida integradas en el entorno.
El archipiélago balear ha sido sometido en los últimos cincuenta años a una mutación radical que ha degradado el medio natural al servicio del turismo intensivo. La destrucción del paisaje corre a la par del desmantelamiento del pujante sindicalismo de los 70, que hace posible una explotación económica sin cortapisas. Los movimientos en defensa del territorio que se suceden hasta hoy desgraciadamente no afrontan el problema con una perspectiva global y aquí también se propone la panacea de un turismo “verde y sostenible”. Sin embargo, como se reconoce, “el combate por una sociedad estable, descentralizada, cooperativa y ecológica es fundamentalmente un combate contra los intereses creados en la explotación del territorio, y por consiguiente, una confrontación con la oligarquía política, empresarial y financiera que dirige los destinos del archipiélago.”
Bases para una alternativa
El capital ha hipertrofiado la ciudad haciéndola inhabitable, pero la conciencia del descalabro ha permitido plantear alternativas. Autores como Patrick Geddes o Lewis Mumford abogan por una descongestión y reparto racional de la población, con energía y agricultura en entornos próximos. Sin embargo, el intento de compatibilizar esto con el progreso económico hace su fracaso inevitable y la ordenación del territorio deviene fatalmente disfraz científico de la especulación inmobiliaria. Los hitos de la conquista de los enclaves naturales por el capital en las últimas décadas muestran cómo ésta es adecuadamente vendida, cuando resulta conveniente, como respetuosa y ecológica, pero es evidente que la dinámica impuesta aboca a un horizonte de colapso energético y estallidos sociales.
En Post Babilonia, Miquel Amorós nos acerca también a los escenarios de resistencia que surgen frente a la invasión del capital y sus privatizaciones, movimientos que toman forma a todos los niveles, vecinales y campesinos, y construyen proyectos de democracia y autogestión, únicas vías para la defensa del territorio. El objetivo sería, a fin de cuentas, desurbanizar el campo y ruralizar la urbe, pero se reconoce que esto no está exento de dificultades, pues los destinados a esta misión llevan en sí el estigma crematístico y competitivo de la ciudad deshumanizada. En cualquier caso, se concluye que la salvación de la periferia sólo puede ser posible a través de una disgregación del autoproclamado y difuso centro, tanto urbano como capitalista.