Primera versión en Rebelión el 1 de octubre de 2014
El activista, periodista y escritor afro-americano Mumia Abu-Jamal, nacido como Wesley Cook en 1954 en Filadelfia, fue condenado a muerte en 1982 en un juicio plagado de irregularidades y vivió desde entonces bajo una amenaza de ejecución que las campañas desarrolladas por los activistas de derechos humanos en todo el mundo consiguieron ir aplazando. En diciembre de 2011 su condena fue conmutada por otra de cadena perpetua; se cumplían entonces treinta años del asesinato de un policía del que el gobierno se empeñó en culpabilizar a Mumia, aunque lo que ocurrió aquel día cabe entenderlo como un episodio más en la guerra sucia que las agencias de seguridad norteamericanas realizaban contra el del BPP (Black Panther Party), partido del que Mumia Abu-Jamal era un militante destacado. La aparición de nuevos testimonios ha hecho que la petición de una revisión del juicio esté perfectamente justificada.
El último libro de Mumia Abu-Jamal es de 2004 y fue publicado en castellano por Virus en 2007 con traducción de Ambar J. Sewell. Se trata de Queremos libertad. Una vida en los Panteras Negras,que nos introduce en la historia del BPP, un partido heredero de las mejores tradiciones revolucionarias creado a finales de los años 60 con la intención de despertar la conciencia de la población negra norteamericana. Con sus propias experiencias y una documentación rigurosa, la obra nos hace conocer un movimiento que fue considerado por J. Edgar Hoover, director del FBI, como “la mayor amenaza a la seguridad interna del país”. El libro viene con un prólogo de Kathleen Cleaver, abogada y profesora, que fue secretaria de prensa del BPP, y está enriquecido además con numerosas fotografías de los protagonistas de la la historia.
En el comienzo de la obra se repasan algunos antecedentes de pensamiento emancipador existentes en la Norteamérica negra de los años 60 y de las que beben los dos fundadores del BPP: Huey P. Newton y Bobby Seale, para echarlo a andar en 1966. Se trata del libro Los condenados de la tierra de Franz Fanon y las predicaciones de Malcolm X. El nacimiento ocurre en California y se da la circunstancia de que muchos de los primeros militantes son negros emigrados de los estados del Sur. No obstante, la historia que tiene un hito decisivo aquí viene de muy lejos, y Mumia Abu-Jamal repasa también las revueltas de esclavos de la década de 1730 y 1740 en esos mismos estados del Sur. Revueltas que siguen tras una guerra de “independencia” que en poco benefició a los negros, frecuentes en los comienzos del XIX con nombres gloriosos como el de Gabriel Possen y su marcha sobre Richmond (1800). Son recordados también los negros cimarrones que lucharon junto a los seminolas, y el abolicionista John Brown.
Los precedentes inmediatos del nacimiento del BPP son las revueltas de 1964 y 1965, levantamientos resultado de episodios de abuso policial contra negros que culminan en Watts, un suburbio de Los Ángeles, en agosto de 1965 cuando la sublevación alcanza una escala inusitada con decenas de muertos y miles de arrestos. La violencia sigue desenfrenada en 1966 y 1967 (123 revueltas contabilizadas sólo este último año). La fundación del BPP en 1966 va a pretender poner organización e introducir una alternativa revolucionaria en esta violencia. Todo comienza tal vez cuando Huey Newton se dedica a vender ejemplares del libro rojo de Mao por el campus de Berkeley y con el dinero que consigue compra lo que considera esencial para la comunidad negra en esos momentos: armas. Él no creía que la retórica pacifista de los movimientos por los derechos civiles pudiera dar muchos frutos.
El BPP recién fundado aprovecha el hecho de que pistolas y fusiles son legales en los Estados Unidos y con un conocimiento preciso de la legislación al respecto se presenta en todas partes con una exhibición de fuerza armada y reivindicando el rol de defensor de la comunidad negra: “Estábamos diciéndoles a la gente que moriríamos por ellos”. No nace para apoyar o complementar los movimientos pacíficos por los derechos civiles, como el de Martin Luther King (asesinado en 1968), sino para suplantarlos, inspirados en el mensaje de Malcolm X (asesinado en 1965) y en el marxismo-leninismo, aunque más en el primero. El partido Pantera Negra para la Autodefensa (su nombre inicial) se extiende primero por Richmond, la bahía de San Francisco y Los Ángeles, aunque los panthers siempre consideraron Oakland, la ciudad de Huey, como la cuna del partido. Pronto, sin embargo, se expande por todos los Estados Unidos. En 1969 existían cerca de 40 delegaciones con varios miles de miembros. Mumia Abu-Jamal nos describe el nacimiento de la sección del partido en Filadelfia y su papel personal en estos hechos con quince años recién cumplidos.
En el capítulo siguiente se repasa la historia de Filadelfia, ciudad fronteriza entre el norte y el sur. Antes de la guerra de Secesión, la segregación era extrema y los pogromos contra la población de color, frecuentes y violentos. Se recuerdan sentencias judiciales de la época que amparaban la violencia racista ya que los derechos constitucionales no eran aplicables a los negros. En el siglo XX el incesante incremento de población de color por la inmigración desde las zonas rurales da lugar a su reclusión en guetos con racismo omnipresente, donde “los jóvenes negros crecen con la certidumbre de que en cualquier momento la policía puede golpearlos, herirlos o matarlos con total impunidad.” Esta es la situación que afronta la recién creada delegación del partido en Filadelfia en la primavera de 1969. Pronto tienen un local con posters de Malcolm X y Che Guevara. Su primer acto es una manifestación para pedir la libertad de Huey Newton, que se había visto envuelto en un tiroteo y era acusado de asesinato. Allí se leen sus artículos con un megáfono. Un año después, le delegación de Filadelfia vende diez mil ejemplares del partido cada semana.
Entre las actividades iniciales del BPP estaban las patrullas de Alerta Policial, en las que militantes vigilaban el comportamiento de la policía, armados de fusiles y libros de derecho, acercándose y exponiendo sus razones en cuanto era necesario deshacer cualquier entuerto. Los Programas de Desayunos repartían comidas gratuitas por la mañana a los chicos pobres de los barrios. Se organizaron también servicios de noticias, escuelas y clínicas. En septiembre de 1970 se reúne en Filadelfia la Convención Constitucional Revolucionaria del Pueblo, todo un reto pues esta es la ciudad-icono donde se firmó la Constitución de los Estados Unidos. Se trataba de crear “una superestructura revolucionaria que se convertiría en la base de una nueva sociedad.” Asisten seis mil personas de distintos grupos de la izquierda radical, pero la reunión es un relativo fracaso y no llega a redactarse la “nueva constitución”. Las causas de esto no quedan claras del todo, pero se apunta a la falta de liderazgo y a los objetivos muy diferentes de los diversos colectivos. Se recuerda también que así como el mensaje del BPP calaba en la población negra, el radicalismo blanco era muy marginal y sus militantes fueron incapaces de asumir la ventaja que esto otorgaba al BPP.
Desde el principio, el BPP busca la colaboración con otras minorías oprimidas en lo que gustaron en llamar “intercomunalismo”; también criticaron el concepto de “nacionalismo negro” ante la imposibilidad de dar cualquier viabilidad real a esa hipotética nación. Por otro lado, el enfrentamiento con otros grupos negros de liberación fue importante en esta etapa, por ejemplo con US (United Slaves), que defendía un nacionalismo cultural (nombres africanos, swahili, etc.). Dos miembros de US que en realidad eran informantes del FBI asesinaron a tiros a dos militantes del BPP en 1969. Contra este nacionalismo de vía estrecha, el BPP propugnaba su internacionalismo solidario con todas las luchas de liberación, lo que también sirvió en su momento a muchos miembros del partido para encontrar lugares donde exiliarse. Los objetivos de los panthers se concretaron en seguida en un programa de diez puntos que contenía una contundente denuncia de la negación de Derechos Humanos que sufría la comunidad negra de los Estados Unidos y establecía unos ideales de autogobierno para ella, reivindicando la posibilidad de recurrir a expropiaciones y organizarse para la autodefensa. La apertura de la sección internacional del BPP en Argel y la consecución de la libertad bajo fianza para Huey Newton fueron los dos hechos ocurridos en 1969 que marcan el punto álgido del partido. A partir de aquí, el imperio contraataca…
La campaña de infiltraciones, difamación y amenazas anónimas por parte del FBI había comenzado ya antes de la fundación del BPP, pero se intensifica a partir de finales de los 60. Para situar esta lucha en su contexto se repasan episodios emblemáticos de la guerra sucia de las instituciones contra cualquiera que pretendía denunciar la corrupción imperante. Son casos como el del senador Wheeler de Montana (años 20) o Morris Starsky, profesor de filosofía en Arizona, entre muchos otros, historias de hostigamiento implacable a ciudadanos simplemente por ser socialistas militantes o nacionalistas negros. Asistimos aquí a la creación de un ente represivo con enorme independencia de otras instancias políticas e invulnerable a ellas como demuestra el fracaso del intento de control por parte de F. D. Roosevelt. No obstante, aunque esta historia es formidable, hay que decir que en su campaña contra el BPP, el FBI consiguió superarse a sí mismo. Su lema era “Los panteras entre rejas o muertos” y no hubo límite a las difamaciones y brutalidades perpetradas para hacerlo realidad. Varios ejemplos ilustran este tipo de actividades, biografías y enredos de cine negro impuestos por un poder carente de cualquier escrúpulo para dinamitar la lucha del BPP, demasiado inocente en su tímida y publicitada violencia. En algunos casos, estos traidores a sueldo del FBI hicieron luego una brillante carrera como escritores o intelectuales. Policías locales y medios de comunicación colaboraron también en estas campañas, aunque por otro lado los abusos aumentaron el apoyo al BPP entre la comunidad negra, sobre todo entre los más jóvenes. Es importante señalar que estos excesos no fueron dados a conocer por los medios, sino que sólo se supo de ellos gracias a grupos de activistas capaces incluso de sustraer documentos comprometedores de las oficinas del FBI.
En el capítulo siguiente se repasan las relaciones de género dentro del BPP y se muestra como a diferencia de otros movimientos de liberación negros de la época y lo que sucedía en la propia sociedad americana, el BPP siempre incluyó en su ideario una perspectiva que igualaba a los dos sexos como compañeros en la lucha. Este es el testimonio de Afeni Shakur, una chica de origen humilde y sureño que mientras vivía en Nueva York se sintió atraída en la calle por un discurso de Bobby Seale y decidió acercarse al partido. Al tomar contacto con él, le sedujo un ambiente donde las mujeres eran consideradas como personas. Mumia reconoce sin embargo la existencia de abusos sexistas dentro del partido, así como de casos de mujeres que utilizaron el sexo para atrapar privilegios dentro de él. Otra historia de interés es el de Safiya A. Bukhari, una chica de familia burguesa que comenzó ayudando en los desayunos para niños y sólo pasó a comprometerse políticamente cuando supo que la policía disuadía a los padres de enviar a sus hijos al programa diciéndoles que la comida estaba envenenada. Poco después, tras ser testigo de un episodio de brutalidad policial, pidió el ingreso y pasó a convertirse en un elemento fundamental de la sección de Harlem. Luego le tocaría también a ella una larga y atroz temporada en la cárcel. Otras mujeres cuyas biografías se recuerdan son otros tantos ejemplos gloriosos de consciencia y alegría de darlo todo por la revolución. En la existencia espartana de los panteras, a la vez paramilitar y volcada en servicios a la comunidad, estas mujeres eran camaradas en la lucha y demostraban cada día que un revolucionario no tiene género. Se describe después la vida de los miembros del partido, el trabajo continuo en las distintas misiones: desayunos, dispensarios, venta de periódicos, la pobreza y la entrega de muchos hombres y mujeres en general muy jóvenes enfrentados a un brutal acoso policial que no cesaba un momento.
El capítulo siguiente se dedica a la escisión del partido. Aunque el FBI utilizó técnicas muy variadas contra el BPP, de la vigilancia y la infiltración a las denuncias falsas y la eliminación física, hay que decir que el arma definitiva fueron cartas apócrifas que introdujeron desconfianza entre los distintos líderes. Las suspicacias de estos y su falta de capacidad para imaginar hasta dónde llegaba la astucia del poder jugaron también su parte. En febrero de 1971 los signos de escisión son evidentes. La ruptura personal entre Huey P. Newton y Eldridge Cleaver, definidos por Mumia como “dos cabezotas”, se extiende a todo el partido, aunque hay que decir que tras el conflicto personal existía una diferencia de estrategia entre los dos hombres, con un Cleaver más insurreccionalista y un Newton que abogaba por participar en las elecciones y en 1972-1973 decidió aglutinar al partido en Oakland para afianzar allí un poder político legalizado por las urnas. Tras el fracaso electoral, la escisión adopta rasgos de guerra civil con asesinatos entre las facciones rivales. Newton controla la costa Oeste y Cleaver, refugiado en Argelia, extiende su influencia por la costa Este en un período agónico en que siguen las secesiones hasta la muerte definitiva del partido en 1982, cuando los programas y el diario dejan de existir. En los años siguientes surgen formaciones revolucionarias locales, de las cuales se pasa revista a las más importantes. Se describe también el legado del BPP, su rastro en literatura, música y cine.
La pérdida de influencia del Partido Pantera Negra en las masas tuvo la consecuencia que el poder podía desear más: bandas mafiosas pasaron a reclutar a los jóvenes de color para una lucha sin ningún contenido político. Se invirtió entonces todo el proceso que había llevado a muchos exdelincuentes a engrosar las filas de un partido donde comprendieron la razón de su penuria y encontraron un sentido emancipador para sus vidas. En unos pocos años, la delincuencia y las drogas se convierten en el horizonte más común para los jóvenes negros de las clases desposeídas.