Primera versión en Rebelión el 27 de junio de 2023
En este mundo en crisis permanente, ese lagarto verde que reposa pacífico junto a la gran potencia imperial no es de extrañar que atraiga las miradas, porque su resistencia a décadas de terrorismo y bloqueo criminal es un ejemplo para todos. La vida en el país en esas condiciones todos sabemos que no es fácil, y mejorarla requerirá nutrir la solidaridad, al tiempo que se profundiza en la revolución para hacerla cada vez más vital y democrática.
En esa trinchera luchan cada día muchos cubanos y escuchar sus voces es la mejor manera de crear fraternidad. Uno de los más eruditos y lúcidos entre ellos es sin duda Julio César Guanche (La Habana, 1974), jurista e historiador que no desdeña la crónica periodística y autor de obras imprescindibles sobre el pasado y el presente de Cuba, como: La imaginación contra la norma. Ocho enfoques sobre la República de 1902 (2004); El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria (2008); La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia (2012) o La libertad como destino. Valores, proyectos y tradición en el siglo XX cubano (2013). Su último libro: ¿Quiénes somos todos? Libertad, igualdad y fraternidad en Cuba, acaba de ser editado por Dyskolo y en él nos demuestra que indagar las claves de la historia es un método precioso para iluminar el presente y construir alternativas para el futuro.
El volumen viene con una introducción del filósofo y activista Julio Martínez-Cava que resalta el empeño del autor en “Reconstruir la tradición republicana de Cuba como tradición nacional, mostrando la pertinencia y actualidad de este legado con vistas a repensar (e intervenir en) la política de su propio presente.” Esta reivindicación imprime en Guanche un cuño liberal que más allá de una lealtad inquebrantable a los principios de la Revolución, sintetizados en soberanía nacional cubana, autogobierno y defensa de las conquistas sociales, plantea la necesidad de profundizar en la democracia popular, resistiendo al mismo tiempo la tentación autoritaria y los cantos de sirena de un capitalismo imperialista que lleva en su ADN la explotación económica y en el que por lo tanto la democracia es imposible.
El ideal de la fraternidad
El libro, densamente anotado a pie de página, agrupa treinta y nueve artículos en capítulos dedicados a los tres ideales republicanos y con una amplia bibliografía al final de cada uno de ellos. El primero, sobre la fraternidad, comienza recordando aspectos clave del pensamiento de José Martí (1853-1895). Resulta interesante constatar que para el héroe de la independencia cubana, “El patriotismo no era un ardor ‘nacionalista’ por ‘el suelo’ ni un arrebato ‘cultural o histórico’, sino una pasión ‘política’: el amor por una república libre y por su forma de vida: il vivere libero.”. Él defendía una fraternidad polisémica, entre individuos de razas diversas, exesclavizados y trabajadores explotados, pero también entre naciones. Su ideal político queda definido en el famoso discurso de 1891 en el que preconiza una república “Con todos, y para el bien de todos”, frase que Guanche considera la más radical de la historia de Cuba, y de la que extrae el título del libro. Se repasa además la literatura y el cine inspirados en la figura de Martí, que ponen de manifiesto su humanismo y su percepción integradora de todos los rostros del país.
La república que se crea tras la independencia, blanca y oligárquica, en nada recoge los ideales martianos y los partidos que asumen éstos son reprimidos duramente. Sólo en 1940 se logra la promulgación en el país de una constitución democrática con amplio respaldo. Sin embargo, las aspiraciones del “nacionalismo popular” pujante por entonces, que denunciaba el nexo entre oligarquía e imperialismo y exigía combatir el latifundio y nacionalizar las riquezas del país, están lejos de materializarse. La revolución de 1959 supuso un hito decisivo en la consecución de estos objetivos, pero avanzando ya hasta el momento presente, Guanche ve necesario recuperar los ideales de aquel nacionalismo, pues no ve posibilidad de progreso sin una expansión del poder popular como movimiento autónomo capaz de poner la política al alcance de todos. Esto supone para él una reivindicación de lo que Martí defendía para su país.
Se repasa también la historia del socialismo cubano en el siglo XX, que llegó a tocar poder y realizar reformas desde el gobierno en los años 30 y 40. Con el triunfo de la Revolución se perfilan dos grandes tendencias, una más crítica y centrada en el tercer mundo y otra que miraba sobre todo a la URSS y se hizo preponderante a partir de 1971. Los logros fueron notables, pero distintos analistas destacan el lastre de burocracia y personalismo y coinciden en señalar que el cubano es un socialismo ‘desde arriba’, que ha consagrado la soberanía del poder central y la prioridad absoluta de la verdad oficial, limitando la autoorganización ciudadana. Tras discutir los escenarios posibles para el futuro, Guanche se declara partidario de una recuperación de las ideas martianas que sepa aunar las metas de justicia social y democracia.
Encontramos en este capítulo sobre la fraternidad análisis de episodios de los largos conflictos de la independencia cubana y de personajes clave en ellos, como Carlos Manuel de Céspedes (1816-1874), denigrado como dictador por algunos, pero en quien Guanche ve más bien un hombre de ideales democráticos, aunque dispuesto a concentrar en sí poderes en una situación excepcional. Se describe también la historia de La Bayamesa, el himno nacional cubano, y se celebra la restauración de la estatua de la República en el Capitolio de La Habana, acto que sirve al autor para reivindicar los valores republicanos en la isla. Otro artículo está dedicado a la enseña nacional, que nació como emblema partidario y acabó siendo símbolo para todos. Representa una patria abierta a aspiraciones de justicia y libertad, y para Guanche no debería convertirse en icono, vetando su uso en performances artísticas.
El capítulo concluye con un relato personal de los hechos del 27 de noviembre de 2020. Ese día, que dio origen al movimiento 27N, se produjo una reunión en el Ministerio de Cultura de Cuba para protestar de un violento desalojo de activistas disidentes la noche anterior. Un buen número de personas, entre las que estaba el autor del libro, se congregaron para apoyar el diálogo hasta que éste finalizó sin mayores incidentes. Los actos de ese día supusieron un hito en la movilización de los que piden un progreso de las libertades individuales en la isla.
El don más preciado es la libertad
En el segundo capítulo Guanche analiza diversas circunstancias políticas. Sobre el constitucionalismo cubano, celebra los avances tras la Revolución de 1959, que puso fin a décadas de neocolonialismo, pero no ve positivo que sólo la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) tenga en la actualidad facultades sobre la carta magna, cuando a su juicio una asamblea constituyente, en la línea de lo que es común hoy en Latinoamérica, serviría para reflejar mejor la voluntad popular. En la consulta constitucional de 2019 se produjo un amplio debate ciudadano, pero el autor lamenta que ello no implicara la creación de un espacio de poder: “La base aporta las propuestas y el nivel superior controla las decisiones.” En su opinión sería conveniente “hacer de la deliberación una práctica institucionalizada de promoción de la razón política y del diálogo social, que no tema al conflicto y busque canalizar el pluralismo realmente existente hoy en Cuba.”
La constitución de 1901 era muy presidencialista, y la de 1940 tenía un carácter semiparlamentario, mientras la de 1976, con sus modificaciones posteriores, establece el poder ejecutivo, legislativo y constituyente de la ANPP, en un modelo atípico aunque existente en los países del socialismo real. Guanche repasa algunas dificultades de este esquema y analiza en detalle la Ley Electoral de 2019, en la que encuentra deficiencias respecto al objetivo de lograr una expresión cabal de la voluntad popular. También se discute cómo la modificación constitucional de 2018 limitaba peligrosamente la libertad de creación de acuerdo con la “moral socialista”. Un decreto ley de ese mismo año mantenía una restricción excesiva sobre la libertad de prensa y el derecho a la información.
Otro asunto candente es el tratamiento legal de la protesta social en Cuba, en el que un caso paradigmático es el de Abel Lascay, estudiante de 22 años condenado a seis de privación de libertad por participar en las movilizaciones de julio de 2021, en las que parece ser que arrojó algunas piedras a la policía. Guanche critica la vigencia del delito de desacato en que se justifica la pena y ve muy preocupante que no exista una regulación de la protesta en el país, con lo que el estado puede imponer castigos abusivos.
Como resultado de las movilizaciones de aquel mes, al menos 158 personas están siendo acusadas de “sedición”, pues se consideran estas protestas un intento de “golpe blando”. Sin embargo, un análisis cuidadoso de los aspectos legales y sociales implicados hace a Guanche concluir que la criminalización de la protesta es un camino muy peligroso: “La ruta menos indicada hacia el futuro inmediato de la crisis cubana es la combinación de escasez crónica de comida, de carencia de vivienda, salario y jubilaciones dignas, de aumento de la pobreza, la desigualdad y los privilegios, con represión y autoritarismo.” En otro lugar demanda: “Detener de inmediato toda represión policial sobre población desarmada, que se exprese pacíficamente.” Superando la lógica del “amigo-enemigo”, que lleva al autoritarismo, Guanche defiende que la convivencia es en sí conflictiva y pide respeto para los disidentes y para los que elevan protestas en la isla, porque ése es también el espíritu de Martí, apóstol siempre de la libertad y la tolerancia.
Un recorrido por la historia de la Cuba revolucionaria muestra cómo tras los entusiasmos iniciales, los años 90 y su “Periodo Especial” vieron nacer un desencanto reflejado en la cinematografía y la literatura de la época, y también en un aumento de los indicadores que miden la pobreza y la desigualdad. Las reformas iniciadas hacia 2010 se materializaron en un incremento del sector no estatal de la economía, pero con claras disfunciones que se analizan en el libro. Años después, la pandemia de la covid 19 lo agravó todo aún más, mientras el discurso oficial insistía en un “Nadie quedará desamparado” que no se plasma en la realidad.
En esta situación resulta peligroso que desde el poder político de la isla se tienda a establecer una línea de continuidad entre la acción ciudadana en campos muy diversos y el injerencismo estadunidense o que se considere el “alma de la Revolución” a las Fuerzas Armadas y no a la ciudadanía. Guanche ve imprescindible crear canales que permitan movilizar la iniciativa popular para dar forma a un socialismo auténticamente democrático.
La noble meta de la igualdad
En el tercer capítulo de ¿Quiénes somos todos? se repasan las luchas contra la discriminación en Cuba en diversos ámbitos. Se detectan aún vestigios de racismo “en el trato social y policial a las personas, en el acceso a viviendas, universidades y a la propiedad, en el perfil de la emigración y el recibo de remesas, en la preferencia en zonas pujantes de la economía —sean estatales o privadas— o en la predisposición de las tasas de deserción escolar y población carcelaria.” Contra ellos, sería necesaria una institución específica encargada de erradicarlos, así como un esfuerzo en las escuelas con asignaturas sobre estos problemas y su historia.
Cuando el movimiento Black lives matter y su empeño de derribar monumentos a insignes racistas llegó a Cuba, se pidió la retirada de la estatua de José Miguel Gómez (1858-1921), caudillo de la independencia y autor en 1912 de la mayor masacre racista de la historia del país. Guanche se declara partidario de privarle de este homenaje, en el convencimiento de que no hay justicia sin memoria. En “La república popular del fútbol”, artículo de 2022, observa en el equipo francés subcampeón del mundo y sus jugadores de color una redefinición cosmopolita de la identidad francesa, más allá de sus raíces blancas y cristianas, mientras del mismo modo el equipo argentino campeón revela en su blancura el rastro de siglos de discriminación y segregación.
Se abordan también otros asuntos. Respecto al matrimonio igualitario, Guanche celebra los avances legislativos, pero no ve necesario ratificarlos por plebiscito, desde la perspectiva de que una mayoría social no tiene potestad para a privar a una minoría de un derecho básico. Se discute la laicidad del estado, consagrada actualmente y considerada un tesoro de tolerancia y convivencia. La aprobación en 2022 del progresista Código de las Familias es saludada como un avance histórico en derechos fundamentales.
La nueva constitución de 2019 estableció el derecho de los particulares a la creación de empresas y a partir de entonces el número de trabajadores por cuenta propia no hizo más que aumentar. Se observan sin embargo deficiencias en la legislación existente, que por ejemplo no regula las formas de gestión comunitaria que serían importantes desde una perspectiva socialista. No se contempla tampoco la opción de impulsar políticas públicas de acceso a la propiedad a favor de los desposeídos.
El último texto recogido contiene una crítica de unas palabras del presidente Miguel Díaz-Canel en las que éste, a través de una cita del “ser o no ser” hamletiano, parecía querer reducir la complejidad de la política cubana a una neta dicotomía entre los incondicionales del sistema vigente en la isla y un amasijo que engloba a todos los demás. Guanche cree sin embargo que la aportación más genial del personaje de Shakespeare es la incertidumbre que lo domina en una situación difícil. Él nos enseña, más que nada, que los grandes dilemas de la vida sólo pueden resolverse por un esfuerzo extraordinario de recta argumentación y no con adhesiones ciegas.
Historia para construir futuro
Un profundo conocimiento de los clásicos del pensamiento político y social sirve a Julio César Guanche para realizar en ¿Quiénes somos todos? una lúcida disección de la realidad cubana que le permite aportar perspectivas sobre el futuro. Leyendo el libro, aprendemos mucho sobre la tradición republicana que guio las luchas de independencia y vemos también cómo cuando ésta se alcanzó, el injerencismo estadounidense hizo fracasar el ideal libertador, eso sí con la colaboración de una oligarquía criolla que conformaba el selecto club de los dueños del país.
La Revolución de 1959 trajo muchas reformas necesarias y un cambio de rumbo, pero en la línea de lo que ocurría en otros países del socialismo real, el sistema político no fue capaz de articular una gestión auténticamente democrática de la economía y la vida social. Los textos que Guanche ha reunido en este volumen nos muestran en toda su crudeza los problemas que se afrontan en el momento presente, pero apuntan también hacia las que pueden ser sus soluciones. La tradición republicana que él tan brillantemente reivindica y encarna nos enseña que desde un escrupuloso respeto de la independencia del país y los ideales socialistas, es posible establecer cauces para una participación efectiva de todos en la vida política. Respecto a la construcción de una auténtica democracia económica, clave del proyecto emancipador, las medidas para transferir propiedad a gente sin recursos y favorecer empresas autogestionadas, señaladas en el libro, pueden resultar vitales.
En un mundo capitalista al borde del colapso, económico y ambiental, una isla heroica que mantiene su independencia con denuedo se esfuerza por hallar su camino. Todos hemos de hacer votos por que lo halle sin caer en las falacias destructivas del mercado y la explotación, sino profundizando en lo más radical y libertario de esos ideales republicanos de larga tradición en ella que Julio César Guanche nos muestra cabalmente en ¿Quiénes somos todos?