Primera versión en Rebelión el 18 de febrero de 2010
Pío Baroja describe en sus memorias (Desde la última vuelta del camino: IV-Galería de tipos de época, Biblioteca Nueva, Madrid, 1947) la personalidad contradictoria de Ciro Bayo, hidalgo empobrecido, refugiado en sus ensueños y en una literatura que supo tejer con los recuerdos de su vida azarosa. Nos lo presenta además en el libro como hijo natural de un banquero, lo que según él ayudaría a entender sus “complejos raros y mal explicados”. Por otra parte, la imagen de Ciro Bayo que nos llega de sus libros es la de un caballero andante enamorado de una tradición clásica que conocía bien y ajeno por completo a las inquietudes “modernas”, rara avis, pues, entre los escritores de su tiempo. La publicación de sus Obras completas en tres volúmenes por parte de la fundación José Antonio de Castro (edición de Alicia Redondo y Tatiana Boal, 2005), junto a las reediciones recientes de algunos de sus libros más destacados, han de servir para que reavive el interés por una obra que ciertamente lo merece.
Ciro Bayo y Segurola nació en Madrid en 1859, aunque esta fecha no se da como segura. La primera etapa de su vida viene marcada por estudios en diversas universidades, en los que no parece que llegara a acabar la carrera de Derecho, una experiencia como voluntario en la III Guerra Carlista y su primer viaje a América con una compañía de cómicos. En 1887 emprende un segundo viaje al Nuevo Mundo, en el que ascenderá de Argentina a Bolivia para residir en Sucre varios años y se internará después en la cuenca amazónica hasta los gomales del Beni. En 1900 regresa a España, donde comienza una vida de escritor para la que saca provecho de sus experiencias previas, siempre pobre y rehuyendo unos ambientes bohemios que repugnaban a su carácter. Ciro Bayo fallece en Madrid en 1939.
El peregrino entretenido (viaje romancesco) (1910) es el primer libro publicado por Ciro Bayo y se basa en un viaje a Yuste realizado en los primeros años del siglo XX en compañía de Pío y Ricardo Baroja. A propósito de él, dice el primero en sus memorias: “Don Ciro, que no poseía ningún sentido realista, escribió un libro sobre nuestro viaje, titulado El peregrino entretenido, libro de episodios y aún de paisajes inventados, pues no tiene nada de lo visto en el camino.” La obra alterna lo que pretenden ser descripciones costumbristas de los tipos populares y escenarios recorridos, y diálogos “filosóficos” con personajes en los que cabe ver proyecciones del autor. Las reflexiones, sobre temas variados, tienen muchas veces como eje una defensa de la libertad y sencillez de la vida errante frente a la sombría esclavitud de la ciudad. Hay también atinadas observaciones sobre arte y literatura.
El lazarillo español. Guía de vagos en tierras de España por un peregrino industrioso (1911) es tal vez el libro más famoso de Ciro Bayo, y continúa con la estructura de relato de viaje del título anterior, recorriendo aquí desde Madrid, la Mancha, Andalucía y Levante, para concluir en Barcelona, aunque el protagonista no es ya un hidalgo que viaja a caballo, sino a pie y sin dinero. El libro en conjunto representa una evolución en la madurez del estilo respecto al otro, con personajes y situaciones mejor trabados, y un sentimiento del paisaje más sólido. Las terribles escenas de pobreza que pueden encontrarse en estas páginas no conducen al conservador Bayo a ningún planteamiento de transformación social; más bien, los conocimientos de latín y de la antigüedad clásica del viajero son llaves que le abren muchas puertas en el poderoso estamento clerical, descrito como dechado de sabiduría.
Con Dorregaray (una correría por el Maestrazgo) (1912), tercer relato publicado por Ciro Bayo, narra sus experiencias cuando desavenencias familiares lo llevaron en 1875 a ingresar en el ejército y rechazado por los alfonsinos decidió hacerse carlista. El carácter autobiográfico, que es muy claro al comienzo de la obra, se diluye luego para presentar una trama novelesca que concluye con la toma de Cantavieja y la derrota del ejército del centro del pretendiente durante la III Guerra Carlista. El libro contiene descripciones de sumo interés sobre la vida de la tropa y sus mandos, sus movimientos constantes y las acciones de guerra, mostrados con un realismo que delata experiencias personales.
La novela Orfeo en el infierno, también de 1912, describe la corrupción de una joven por parte de un barón pervertido y una vieja alcahueta, y la venganza, un poco inocente, que de ellos se toma el enamorado de la muchacha. La trama folletinesca presenta una tesis acorde con la más pura ortodoxia católica, con curas y monjas como referentes morales. Aunque un poco obtusa y previsible, como buena obra de género, la novela consigue mantener el interés de la acción y en la primera parte, ambientada en la ría del Nervión, abunda en deliciosas escenas rurales.
El segundo volumen de las obras completas se abre con un libro fundamental de nuestro autor: El peregrino en Indias (1911), que narra sus viajes por Bolivia en la última década del siglo XIX. El relato arranca en la puna de Jujuy, en el norte de Argentina, y nos describe luego su entrada en Bolivia, donde se encamina a Sucre. Tras varios años de estancia en esta ciudad que serán objeto de otro libro, viaja a Santa Cruz de la Sierra, y de allí a las misiones de Guarayos, de los franciscanos, a orillas del río San Miguel. Navega después aguas abajo en un batelón hasta Villa Bella, en el extremo norte de Bolivia, y tras recorrer el Beni, asciende en un vapor por el Mamoré hasta Trinidad, visitando las viejas misiones jesuíticas de Mojos. La salida de Bolivia la hace por Puerto Suárez, de donde llega a Brasil, para bajar luego por el Paraguay de regreso a Buenos Aires. En esta obra, Ciro Bayo retrata con rigor las gentes y paisajes que conoce y se nos muestra como consumado etnógrafo, historiador, geógrafo, zoólogo, botánico y geólogo, pero ante todo como hombre osado e inquieto, enamorado del ancho mundo y sus pobladores. La obra, a pesar de su plétora de información, es de muy grata lectura y abunda en todo tipo de detalles de interés, por ejemplo sobre las misiones franciscanas y jesuíticas, época dorada de aquellas regiones como quiera que se mire.
En Chuquisaca o La Plata Perulera (1912), complemento del libro anterior, Ciro Bayo nos describe su estancia de varios años en Sucre, donde con las influencias clericales que le eran tan gratas regentó un colegio para los jóvenes de buena familia de la ciudad, y fundó El Fígaro, revista cómico-literaria que se llevó los pocos ahorros del colegio. El libro termina con una sucinta historia de Bolivia y un retrato de la vida y costumbres de los distintos estamentos de la sociedad criolla: indios, cholos, viracochas y la gringada… Se cierra el segundo volumen de las obras completas con un poema en octavas reales sobre el primer viaje de Cristóbal Colón a América: La Colombiada (1912).
El tercer volumen contiene, además de una colección de romances y poesías populares recogidos por Ciro Bayo en Argentina (Romancerillo del Plata, 1913), tres libros en los que se propuso novelar algunos episodios de la conquista. El primero y más interesante de ellos es Los marañones (1913) que narra la expedición de Pedro De Orsúa en busca de El Dorado, en la que tan triste papel acabaría desempeñando el guipuzcoano Lope de Aguirre, en 1560 y 1561. Es un relato pleno de intriga y acción, y atento sobre todo a los documentos históricos existentes sobre los famosos hechos, que han sido luego reescritos y llevados al cine varias veces. La segunda novela, Los césares de la Patagonia (1913), se basa en las crónicas sobre la exploración de los territorios del sur de la Argentina y Chile durante los siglos XVI al XVIII y las leyendas a que ésta dio lugar. La tercera narración, Los caballeros del Dorado (1913), describe la colonización de Venezuela y Colombia, que se entreteje con la persecución de un El Dorado quimérico del que suenan los últimos ecos en el Cándido de Voltaire y los descubrimientos y piraterías de sir Walter Raleigh. Estos tres libros tratan de combinar la visión minuciosa del naturalista y el memorial detallado del historiador al servicio de una trama novelesca, lo que sólo se consigue plenamente en el primero de ellos. Son relatos empañados además por una imagen mitificada de la conquista, que sólo a ratos deja ver lo que tenía de genocidio. Completa el tercer volumen la última novela de Ciro Bayo, La reina del Chaco (1936), donde las explicaciones del botánico y el zoólogo alternan con una trama de aventuras durante la guerra del Chaco.
Los tres primeros libros de Ciro Bayo contienen un retrato transfigurado, pero siempre interesante, de la sociedad española de hace cien años. Están plenos además de reflexiones agudas y espléndidamente escritos. No obstante, el relato de su experiencia americana contenido en El peregrino en Indias y Chuquisaca o La Plata Perulera es a nuestro juicio lo que más puede interesarnos hoy de toda su producción. Su testimonio de primera mano y su retrato en una prosa soberbia de la naturaleza salvaje y sus pobladores más antiguos, así como de las complejas sociedades coloniales en las que vivió durante años, tienen la virtud de dibujar para nosotros esos ambientes con una gran fidelidad. Es aquí donde el título de “Ultimo cronista de Indias” que se le ha adjudicado a veces resulta más justificado.
Ciro Bayo fue sin duda de esos seres que ante la injusticia inherente a nuestro mundo capitalista y sin conciencia de clase para emprender una crítica radical de esa injusticia se refugian en algún pasado quimérico que mitiga con su belleza la dureza del presente. El arcaísmo de su prosa y su amor desmesurado por los clásicos son síntomas de esa mentalidad que se pueden rastrear en sus escritos, como lo es también la visión “poco realista” que le reprochaba su amigo Pío Baroja en su primer libro de viajes por la península. Podemos especular con la razón por la cual en sus obras americanas autobiográficas estos aspectos se mitigan y el retrato capta la realidad del original. Es tal vez la presencia abrumadora de una naturaleza que se convierte en protagonista, o de unos indios cuya desposesión y esclavitud son agravios tan evidentes que deben ser reconocidos por cualquier persona sensible. En todo caso, hay que destacar que es en estos libros donde Ciro Bayo, enfrentado a la descripción de unas aventuras que fueron sin duda las más apasionantes de su vida, produce su obra más original y valiosa. Por lo que respecta a sus últimas novelas elaboradas a partir de las crónicas de la conquista, los resultados obtenidos son estimables, aunque es notoria la pérdida del espíritu objetivo y el interés de la experiencia vivida que marcaban sus obras americanas anteriores. Hay que señalar además que estos libros se basan en general en una sucesión de episodios deslavazados y no aciertan, salvo en Los marañones, a producir una auténtica novela histórica.